Actividades. Anoche, el autor de Travesuras de la niña mala tenía previsto ofrecer una conferencia en Quito y hoy va a Cuenca.

Su voz es grave y pausada  y habla con interés tanto de política como de literatura y hasta  de su vida familiar. Su hija Morgana acaba de tener una niña  y Mario Vargas Llosa, uno de los escritores más representativos de las letras en español, se conceptúa chocho, totalmente enamorado de su nieta. Aunque  ya era abuelo (sus hijos Álvaro y Gonzalo  le dieron nietos),  tener una nieta de su hija, dice, ha sido algo  entrañable. Se llama Isabela, pero el escritor la nombra Isabelilla. Tras esa confesión,   opta por los temas literarios, que a veces pasan a segundo plano  ante las consultas políticas.       

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¿Qué opina sobre Roberto Bolaño, un escritor que tras su muerte se está...?
Se está convirtiendo en un ícono, sobre todo para los jóvenes. Fue un escritor muy interesante, que escribió mucho y, por lo tanto, dejó una obra desigual, pero con unos libros muy ambiciosos, como por ejemplo  Los detectives salvajes,   una novela que a mí me parece muy lograda,   especialmente en las primeras cien páginas, con una descripción soberbia de un México un poco marginal, bohemio. Bolaño escribió ensayo, cuentos, novelas. Fue un escritor experimental que inventó formas nuevas y fue una voz muy independiente y muy crítica.

Habla del realismo visceral. ¿Qué le parece esa idea?
Muy sugestiva. Es un realismo que no es de superficie. Es un realismo que quiere llegar a la entraña de la conducta humana y que, además, tiene una concepción muy ancha de la realidad. Todo forma parte de la realidad y no solamente lo visible, sino lo invisible, no solo lo colectivo, también lo privado. Esa concepción del realismo yo la comparto. Es el tipo de realismo que  creo   he practicado siempre.

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Con motivo de haber sido declarada la Capital Mundial del Libro, en Colombia se eligió en mayo pasado a los 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años con más proyección. ¿Que le parece la iniciativa?
No estoy de acuerdo con esos concursos, como si los escritores fueran futbolistas o caballos. De los caballos de carrera se puede saber cuál es el primero   y cuál  es el segundo, y entre los futbolistas también uno mete más goles que el otro, pero cómo juzgamos entre Shakespeare y Cervantes quién es más escritor. Es estúpido, no tiene ningún sentido. O entre Tolstoi y Dostowiesky, entre Proust y Joyce. O sea, en principio no estoy de acuerdo. Es como rebajar la literatura a una cosa muy distinta y bastante provinciana.

¿Hacia dónde camina la literatura latinoamericana hoy, a casi 40 años del boom?
Creo que goza de buena salud, que surgen cada vez más escritores. Escritoras mujeres ahora hay una gran proliferación. Antes había poetas mujeres, pero ahora hay muchas novelistas, ensayistas. Quizá  lo más importante es que hay más editoriales, de manera que hay más posibilidades para los escritores jóvenes de no morirse inéditos, que era algo que no ocurría mucho en el pasado, lo que significa   que hay más lectores, porque si no, no habría editoriales y tantos títulos publicados. De modo que en eso sí se puede decir que América Latina va para mejor.
 
En los últimos meses ha incursionado en el teatro. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
Maravillosa. Para alguien que se pasa la vida inventando ficciones subir al escenario es vivir la ficción, salir de su vida propia, encarnar otra vida. Mientras dura una función de teatro, los actores y el público vivimos una ficción y allí, como en la vida, suceden algunas cosas   imprevisibles.
 
Ricardo, el protagonista masculino de su última novela,  Travesuras de la niña mala,  vive un amor entregado, terco, que a ratos se vuelve hasta inverosímil. ¿Es posible que haya un amor así de obsecuente? ¿Concibe usted realmente un amor de ese tipo?
Creo que hay amores así  que van contra la realidad. Los grandes amores son eso, una terquedad que va contra la realidad y que no aceptan derrotas, y de alguna manera Ricardo no se equivoca, porque ese amor dura 40 años gracias a él, no gracias a ella. El amor es mucho más importante para Ricardo que para la niña mala. Para la niña mala es una experiencia entre otras en la vida. En cambio, para Ricardo es su experiencia vital. No hay nada en la vida de Ricardo más importante que ese amor. Su vida es más bien mediocre, una rutina, él no tiene otra creatividad que en el campo del amor y allí sí es un ser que se puede llamar heroico.
 
¿Por qué aceptó que un texto suyo apareciera en la edición conmemorativa de la novela Cien años de soledad de García Márquez?
Porque me lo pidió la Academia de la Lengua para esta edición y   no reniego de los textos que he escrito. Cambio de opinión a veces y entonces mis opiniones   no reflejan ahora lo que reflejaban en otras épocas, pero ese libro que yo escribí y que se llama  Historia de un deicidio  es un libro cuyas opiniones que allí se expresan siguen siendo mis opiniones.
 
Se especuló mucho, a partir de ese hecho, con una reconciliación.
Pero no vamos a especular sobre eso, porque de eso no voy a hablar.

PERFIL: Mario Vargas Llosa

EDAD
71 años

SU PRODUCCIÓN
Se reveló como un gran novelista a inicios de la década del sesenta  con La ciudad y los perros. Es autor de ensayos, novela y teatro.

PREMIOS
En 1994 ganó el Premio Cervantes de Literatura.