Se ha intentado hacer un exorcismo o buscar a un brujo para alejar al espíritu.

Un día de julio de 2006, el grupo de guardias privados nocturnos de  las oficinas de la Defensoría del Pueblo, en Bogotá, acomodadas en un viejo palacete de los años 30, al entregar el cargo a sus relevos en la mañana, con algo de confusión y escepticismo, reportó que la noche había estado agitada con extrañas voces humanas de sufrimiento en los corredores.