Este japonés de 29 años se considera un miedoso. ¡Miedosísimo! ¿Saben por qué? Porque “yo nunca haría mi viaje a Japón en balsa tal como (el argentino) Joaquín Guerrero navegó a la Polinesia (en 1955). Él no se preparó técnicamente. No practicó mucho. Solo armó su balsa y se lanzó al mar. Él solo se impulsó con (piensa varios segundos buscando una palabra)... entusiasmo”, explica un sonreído Kuniyuki con un español masticado y casi susurrado.Sin embargo, Guerrero es la mayor inspiración de este asiático para emprender una travesía que ha tenido en mente desde muy pequeño. “Siempre había querido recorrer el Pacífico en balsa. Pero me entusiasmé más cuando en el 2005 conocí a Guerrero. Fue casualidad. Yo le comenté a una amiga japonesa que deseaba cruzar al Japón en balsa y ella me dijo que había alguien en Lima que había hecho algo parecido”. Entonces Kuniyuki visitó a este hombre que a sus 85 años tenía frescos los recuerdos de esa travesía que lo mantuvo cerca de 100 días luchando contra los vientos, oleajes y tempestades. Incluso en una prueba naufragó cerca de las islas Galápagos debido a un remolino, cuenta el japonés. Pero logró superar ese percance para cumplir con su propósito de viajar por el océano en una balsa similar a la utilizada por los primeros navegantes de América, con lo cual confirmó que hace miles de años sí fue posible el contacto entre nuestro continente y Asia.Y ahora Kuniyuki desea hacer lo mismo. Pero a su manera. “Necesito prepararme mucho en la técnica de navegación y estudiar las corrientes. Aunque yo no soy científico. Soy aventurero”. Un aventurero miedoso, repite, aunque algunos detalles de su vida muestran que este hombre delgado de 1,77 m de estatura es también demasiado humilde al calificarse así.<strong>Del campo al mundo</strong><br />Kuniyuki Higurashi nació el 29 de diciembre de 1977 en Chiba, un pueblito campesino emplazado a una hora de Tokio. Allí pasó su infancia y adolescencia como un estudiante promedio que en su tiempo libre ayudaba a sus padres en los cultivos de arroz, sandía, zanahoria y berenjena. “Me gusta la naturaleza, las plantas, los ríos, los árboles, pero yo no quería vida de campo en Japón. Desde los 12 años tenía planeado salir de casa para conocer el mundo. Ese era mi gran sueño”, recuerda. Por eso al graduarse del colegio se decidió a utilizar su bicicleta para viajar al norte y al sur de su país en una aventura que lo mantuvo 8 meses fuera de casa. “En bicicleta se viaja más despacio, y así se conoce mejor a la gente, se siente más el cariño de los extraños, se escuchan los ruidos de la carretera, el viento, los paisajes son más cercanos que cuando se viaja en carro o bus”, recuerda sobre esa experiencia que le confirmó que su futuro no germinaba en los campos de arroz de su pueblo natal, sino en los diversos paisajes del mundo.Pero para cumplir su anhelo debía trabajar muy fuerte para reunir dinero. Fue así que se desempeñó como obrero en una empacadora de verduras, asistente de ventas en la sección de carnes de un supermercado y empleado de un hotel. Y con el dinero ahorrado y 21 años cumplidos comenzó su gran viaje por el mundo al tomar un avión que lo llevó a Los Ángeles (EE.UU.), donde compró una bicicleta, y luego a Alaska, en donde muerto del frío y resucitado por el entusiasmo comenzó su pedalear por las carreteras de América.<strong>En bicicleta rumbo al sur</strong><br />Una bolsa de dormir, mantas, una carpa y una cámara de fotos fueron parte del equipaje que lo acompañó amarrado a su bicicleta desde su salida en Anchorage (ciudad más poblada de Alaska) para devorarlo todo con los ojos. Aunque lo más importante para él fue la gente. “Siempre me trataron muy bien, me invitaban a comer y a dormir en sus casas, aunque recién me conocían”.Llegó a Canadá y las experiencias agradables se repetían, por lo que se propuso atravesar el país de oeste a este, aunque cuando llegó a Winnipeg, en medio del país, casi en la frontera con Estados Unidos, cambió de planes. “Me asaltaron y robaron dinero. Además hacía mucho frío. Allí me decidí bajar a Estados Unidos por el estado de Dakota del Norte”. Salt Lake City y Las Vegas son los primeros destinos que recuerda de su paso por Estados Unidos, aunque su mejor experiencia en América del Norte la vivió en un pequeño pueblo en las afueras de México D.F. “Conocí a una familia con papá, mamá y 13 hijos. Muchos hijos (sonríe). Ellos me invitaron y me quedé 4 meses. Fui parte de la familia, cortaba leña y los ayudaba con los animales. Era familia grande y muy cariñosa. Es muy diferente en Japón. Somos fríos y tenemos familias pequeñas (yo solo tengo un hermano de 32 años)”.Como su próximo destino sería Sudamérica tomó un avión que lo llevó a Sao Paulo (Brasil), desde donde comenzó su pedaleo hacia ciudades como Asunción (Paraguay), Salta (Argentina), Santiago (Chile), Uyuni y La Paz (Bolivia) y Cusco (Perú), en donde dejó su bicicleta para cumplir otro gran sueño de la niñez: navegar en balsa por el río Amazonas. Fueron 5 meses en que estuvo en su primitiva nave deteniéndose en las comunidades de las orillas, cuyos habitantes lo veían llegar como un loco aventurero que apenas lograba comunicarse con el poco español que había aprendido. Luego estuvo en Valencia (Venezuela) y Cartagena (Colombia), donde pasó un año como asistente de un instructor de buceo, para en el 2004 llegar a Quito y emprender expediciones para escalar los volcanes Cotopaxi y Chimborazo.Pero sus brincos por Sudamérica terminarían cuando en noviembre del 2004 llegó a Lima (Perú), donde permaneció por un año trabajando como profesor de japonés. Fue entonces cuando conoció a Joaquín Guerrero, el argentino aventurero que lo ayudó a convencerse de que su próxima “locura” sería viajar en balsa hacia Japón, su tierra natal. Por eso en diciembre del 2005 llegó a Guayaquil por recomendación de Guerrero, quien allí había encontrado la ayuda que necesitó hace 52 años para su travesía.Y desde entonces Kuniyuki Higurashi ha vivido en esta ciudad, teniendo como centro de operacioes un cibercafé en Boyacá 1109 y P. Icaza, propiedad de un compatriota japonés. “También viajé por varias provincias buscando la madera de balsa que necesitaba, y la encontré en Quevedo; además he pasado haciendo los trámites para sacar los permisos de navegación y aprendiendo la técnica de los primeros navíos del continente”, señala este hombre que espera concluir la elaboración de su nave en General Villamil (Playas) a finales de este mes. Después realizará las pruebas con la balsa en las aguas de ese balneario. “Posteriormente pienso ir a México para probar las corrientes y técnica, y luego espero emprender el viaje a Japón”, aunque todavía no tiene una fecha para cumplir ese gran propósito. “Primero debo conseguir auspicios”.Lograr el apoyo de los asupiciantes es lo más difícil, dice, pero sigue intentándolo porque está convencido de que sí es posible lograrlo. Esa futura conquista de Kuniyuki será un paso más que lo seguirá acercando al océano para cumplir su deseo de recorrer la ruta de los primeros pobladores del continente rumbo a su natal Japón, país que lo recibirá luego de 8 años de ausencia. ¿Y qué hará cuando llegue a Japón? “Regresaré a Guayaquil, porque he iniciado una fundación para enseñar historia marítima a los niños. Ese será mi futuro”, señala. Un futuro que ha decidido con valentía, aunque él siga calificándose humildemente como un simple viajero temeroso.Auspicios, informes y voluntarios que deseen unírsele: 086978235, <a href="mailto:higurashi12@hotmail.com">higurashi12@hotmail.com</a>, balsa.ec-jp hotmail.com.