El pescado frito que anuncia el menú en el pizarrón del restaurante La Tchadienne es sólo para alardear. Durante semanas, el chef sólo ha cocinado carne de cabra y de vaca, aunque el restaurante está prácticamente a orillas del lago Chad, que fue en un tiempo la tercera fuente de agua potable más grande de África.
El lago, que en una época proporcionó un adecuado sustento a 20 millones de personas en la zona centro-occidental de África, desde Chad hasta Nigeria, Camerún y Níger, ha perdido un 90% de su superficie en apenas 30 años.
La amplitud de esa tragedia, una historia de horror causada por el abuso humano y por los cambios climáticos, está marcada por un límite donde dunas y un desierto de arena ceden el paso a rica tierra negra, que en una época estuvo cubierta por unos cuatro metros de agua.
En la parte baja de una ladera, chozas de barro con techo de paja ocupan un terreno otrora cubierto por el lago. Pese a ello, inclusive mientras algunos temen que el lago Chad se reduzca al punto de convertirse en un estanque, la gente sigue llegando a sus costas en busca de agua, peces, pasturas y sitios de cultivo. En la actualidad, unas 30 millones de personas luchan por sobrevivir en torno del lago.
Y junto con la presencia de recién llegados del norte y a través de las fronteras, han llegado los problemas, según dijo el alcalde de Bol, Adam Youssouf Terri. Bol es la capital de la región donde se encuentra el lago.
Hay disputas por territorios entre pescadores y pescadores, entre pescadores y granjeros, entre granjeros y granjeros, y entre chadianos y extranjeros.
Hemos logrado en buena parte negociar acuerdos pacíficos, dijo Terri. Sin embargo, al mismo tiempo, se han registrado más actos de violencia, más muertes.