La atmósfera de la visita del papa Benedicto XVI a Turquía obligatoriamente debía estar muy cargada, aun sin considerar los comentarios que el Pontífice vertió sobre el islam en septiembre pasado. El 2004, un año antes de convertirse en papa y cuando aún era un funcionario de alto nivel en el Vaticano, Benedicto declaró que se oponía al ingreso de Turquía a la Unión Europea (UE) con el argumento de que un país donde predominan los musulmanes nunca encajará en una Europa cristiana.

Ahora el Papa ha sido más diplomático. El Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró que Benedicto le había dicho que el Vaticano desea que Turquía se una a la UE. Un portavoz papal, de manera menos directa, dijo que el Vaticano promueve la “integración” de Turquía a Europa.

Es nuestra aspiración que esta postura que el Papa ha comenzado a desarrollar, además de sus pronunciamientos por un diálogo entre cristianos y musulmanes, apacigüe la ira popular en Turquía y a todo lo largo del mundo musulmán.

En repetidas ocasiones durante su papado Benedicto ha hecho énfasis en lo que él denomina reciprocidad, es decir la noción de que las minorías cristianas en los países musulmanes deben ser libres de practicar su fe, como los musulmanes lo son en Occidente.

El rígido secularismo de Turquía ha sido un principio central desde la fundación de la república (en 1908), lo que provocó que se repriman con demasiada frecuencia los derechos de las minorías y la libertad religiosa. En la actualidad esa rigidez ha cedido terreno, en gran medida, por las reformas que se le exigieron al país para conseguir la membresía en la Unión Europea.

A medida que el Papa defienda los derechos de los cristianos en Turquía y otros países musulmanes, debería tener en mente que sus palabras serán más efectivas si deja en claro que Occidente aún tiene mucho que hacer por los derechos de las minorías.

A pesar de todas estas discrepancias, el viaje hará que se elogie al Papa y a sus anfitriones turcos. Pero Turquía necesita un debate más amplio sobre los derechos religiosos y de las minorías, así como sobre sus relaciones con Occidente; mientras que la tarea de Benedicto será de mayor utilidad si  lleva más allá ese debate y se promueven mejores relaciones entre las religiones.

The New York Times
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