“Cada guerra es diferente; cada guerra es la misma”, reflexiona el protagonista al final de Jarhead (Soldado anónimo, en las pantallas locales). Uno podría haber dicho lo mismo de las películas sobre conflictos bélicos donde todavía no existe la palabra final, aunque pensamos que después de Apocalipse now y Pelotón ya casi todo estaba dicho. Sí, la guerra es un infierno pero esta frase no solo se patentó en Vietnam. La sorpresa innovadora en el nuevo filme del director británico Sam Mendes es su enfoque. Ahora no vemos la batalla, sino exclusivamente la formación –o deformación– de los soldados marines que son enviados en 1990 a combatir el ejército de Iraq en la televisada operación Tormenta en el Desierto.

Jarhead no ha recibido una sola nominación al Oscar, lo que implica claramente que la visión del filme no ha sido digerida positivamente por los miembros de la Academia. Cuando Mendes irrumpió en Hollywood con Belleza americana, su primera película, el resultado fue apoteósico: el filme obtuvo cinco premios incluyendo el de mejor película. Allí se trastocaban satíricamente ásperas verdades de la sociedad norteamericana. Jarhead podría ser una variación en el tema,  porque la fulminante indoctrinación militarista que vemos durante dos horas es un proceso doloroso que finalmente solo repercute en los propios soldados.

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A estos marines de tierra se les dice jarheads “cabezas de jarro”, aquellos redondos donde viene la mermelada. El problema es que como están vacíos, en esos recipientes puede entrar cualquier cosa. Lo que se advierte desde las primeras secuencias es un fulminante lavado cerebral. La historia es real y está basada en las memorias de Anthony Swofford, que aquí está interpretado por Jake Gyllenhaal, el actor nominado al Oscar como mejor actor secundario en Brokeback mountain. Swofford es una tercera generación de combatientes de guerra que encarna casi un estereotipo del protagonista en narraciones bélicas: el idealista bonachón –aquí hasta lee El extranjero de Camus– que indirectamente cuestiona todo lo establecido en el desvalorizado mundo que hace la guerra.

A través de Swofford, Sam Mendes recrea lo que la mayoría de las cintas bélicas –salvo Full Metal Jacket de Kubrick– no nos ha presentado. ¿Quiénes son esta “carne de cañón” que aterrizan en un desierto solo buscando accionar sus rifles? Esto es realmente otra belleza americana con un toque más ambiguo y desenfadado. Irónicamente, cuando estos hombres de guerra llegan al ansiado enfrentamiento final, hay órdenes para no disparar, lo que produce un escalofriante ataque de nervios en Troy (Peter Sasgaard), el compañero de Swofford.

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Hasta llegar a eso nuestros ojos han visto lo inconcebible. En un cine los soldados se preparan coreando armoniosamente ‘la carga de las Valkirias’ de Wagner, mientras ven el espeluznante ataque en las playas vietnamitas de Apocalipse now. En otra secuencia, el bombardeo de los inmensos pozos hace llover petróleo sobre los soldados y para uno de ellos esto solo le recuerda a James Dean en Gigante. Nunca vemos la guerra pero sí los espantosos estragos: todo un convoy de civiles convertido en cenizas a la salida de Kuwait. Más que los actos bélicos, Jarhead visualiza la disfuncionalidad de los espíritus que crean la guerra en casa.

JARHEAD

Dirección:  Sam Mendes.
País: Estados Unidos, 2005.
Elenco: Jake Gyllenhaal, Peter Sarsgaard, Lucas Black, Chris Cooper, Jamie Foxx.
Duración: 123 minutos.
Género:   Acción.
Cines: Supercines y Cinemark.