Dos piezas de Piotr Ilich Tchaikovsky y una de Tomaso Albinoni conformaron el repertorio que presentó la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG) este martes, en la iglesia San Francisco, en su primer concierto de temporada 2006.
Veinte minutos antes del recital, el público, integrado por jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, empezó a llegar hasta el lugar para aguardar, en las largas bancas del lugar, a que el grupo musical realice su intervención.
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El programa arrancó a las 20h00 con la obra Adagio, de Albinoni. La sonoridad de esta fue ligera, muy intimista y evocaba la nostalgia.
La Obertura Fantasía Romeo y Julieta, de Tchaikovsky, fue la pieza que vino luego. Su lentitud, que luego asciende a una intensidad rítmica, permitió que penetrara en todos los sentidos. Lo que se escuchaba parecía un juego establecido entre los instrumentistas de la orquesta.
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Para la creación de esa composición, Tchaikovsky tomó como punto de partida la historia de los amantes de Verona, inmortalizada por William Shakespeare.
El intermedio de la velada musical llegó a las 20h45. Diez minutos luego, la segunda parte del repertorio constituyó la Sinfonía No. 6 Patética, también de Tchaikovsky.
Esta obra, muy sobria y hasta dolorosa por los movimientos que comprende, inundó toda la iglesia San Francisco. Pese a los diez segundos que se fue la luz en el sitio, los músicos no temieron en continuar su presentación y no se escuchó siquiera un quebranto en la melodía de la pieza.
A las 21h41, después de haber provocado que el público pasara por varias sensaciones, que deja la ejecución de la música clásica, la orquesta guayaquileña culminó su primera jornada anual.