Antiguamente circulaba una sentencia en las aulas universitarias y en las viejas redacciones de los periódicos: Si un perro muerde a un hombre no es noticia. Si un hombre muerde a un perro es primera plana. Siempre he sospechado que en esta frase repetida muchas veces está condensado el principio mismo del sensacionalismo periodístico.

Los tiempos cambian. La tecnología nos inunda, pero el principio sigue vigente más que nunca en las pantallas del televisor. Claro, que hoy es peor aún y bien se lo puede condensar así. Si mil niños mueren cada día desnutridos no es noticia; si nacen y mueren unos bebés siameses es nota de apertura, con equipos destacados al “lugar de los hechos” (léase el dormitorio de la desafortunada madre). 

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Entonces, tenemos largos “reportajes” de fin de semana con las consabidas lágrimas de los familiares, los pedidos de caridad televisiva, los lugares comunes trágicos-dramáticos, épicos, piadosos (depende del estilo de cada uno) de los reporteros.

La mayor parte de los noticieros ecuatorianos de televisión están dedicados a satisfacer la curiosidad pública, no a informar. Y lo uno es todo lo contrario de lo otro. Curiosidad y morbo es, por ejemplo, hacer reportajes sobre una población de Bolívar donde hay una gran cantidad de población discapacitada e insinuar sin ninguna explicación previa que es porque los habitantes “se casan entre primos y familiares” y no investigar alimentación, fuentes de contaminación y gran cantidad de factores que pueden actuar en casos como este.

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Las cifras del sensacionalismo
Curiosidad y morbo; no información. Todo bajo el sello de calidad de ‘La TV’ (aparece la imagen de Freddy Ehlers), uno de los primeros programas que alertó con todo el alarmismo del caso sobre la “gripe aviaria”. ¿Ahora qué sello de calidad van a exhibir frente a las miles de familias que tienen en riesgo sus puestos de trabajo por el miedo social que se creó con tanta información descontextualizada?

Claro, en ‘La TV’ podrán decir que ellos advirtieron que la pandemia aún no llega al Ecuador. Pero los reportajes que presentaron fueron tan alarmistas que Luz Elena Coloma se veía obligada a repetir antes de cada pausa que no había razones para el miedo. Algo así como soltar que una bomba atómica puede explotar frente a su casa y después decirle, “tranquilo, solo es una posibilidad”.

Simple irresponsabilidad. Porque sino, ¿qué sentido tenía mandar a un reportero al puente internacional y comprobar que los controles sanitarios no funcionan? Aun sabiendo que la variante de gripe aviaria encontrada en Colombia no es letal, ni está extendida. Y luego, cada día en los noticieros se encargaron de machacar noticias: “Un pato muerto por aquí, un par de gallinas por allá. Mientras se repetía: ¡la pandemia se extiende por el mundo”…

Ahí está la cifra del sensacionalismo: 40% de baja en las ventas de la industria avícola ecuatoriana.