El impresionante desarrollo tecnológico del último siglo representa uno de los mayores triunfos del sistema de pensamiento occidental. Tecnología y ciencia se dan de la mano y cada año, miles de millones de dólares se invierten en investigación y desarrollo de teorías. Al hablar de tecnología estamos hablando de la médula del mundo contemporáneo.

Lejos de eso, en manos de algunos publicistas, la tecnología es la mejor ocasión de chantajear, robar o pasarse de “agache” en la universidad. Por lo menos ese es el mensaje que traen algunas campañas para promover aparatos de última tecnología que están dirigidos a jóvenes.

En una de estas campañas publicitarias se ve a un chico que lleva su teléfono celular con cámara de fotos a la fiesta de la empresa. Luego muestra las fotos al jefe y comienza el ascenso vertiginoso… hasta llegar al presidente, quien le pide llevar su cámara a la próxima fiesta. El mensaje final es que si se quiere tener éxito se debe poseer uno de estos teléfonos con cámara. La publicidad no lo menciona, pero la relación que se establece entre éxito y teléfono es inequívoca: el chantaje.

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‘Un mundo mejor’
La segunda cuña publicitaria va en la misma línea: llega un televisor LCD para un vecino, el tipo que lo recibe, lo abre, lo disfruta y finalmente se adueña del bello aparato. Una vez más la correlación entre sueños cumplidos e ingenio tecnológico se da a través de un antivalor: el hurto.

La campaña de un computador portátil es más estruendosa, pero “solo” invita a la vagancia en horas de clase: el computador les sirve a unos estudiantes para mirar películas, escuchar música, comprar y todo mientras el maestro imparte su materia.
Esta publicidad se parece mucho a otra de teléfonos celulares que se transmitió hace poco en la TV local.

Los publicistas autores de la campaña deben estar convencidos que con estos mensajes acercan los productos tecnológicos a los menores de 25 años, si no no las harían. Y eso es preocupante, pues revela que estos profesionales de la comunicación comercial asocian joven con antivalores y lo representan como un individuo dispuesto a cometer hechos ilícitos, sin remordimientos. Finalmente, por las artes publicitarias, convierten  esa conducta en lo natural, en lo “cool”, en lo de moda… Francamente, una pesadilla.