Fernando Meirelles (Sao Paulo, 1955), único representante latinoamericano en la sección oficial de la Mostra, vivió ayer su momento de gloria. Su reciente largometraje, The Constant Gardener (El jardinero fiel), una magnífica y hábil adaptación al cine de la novela homónima de John Le Carré, protagonizada por Rachel Weisz y Ralph Fiennes y que marca su primera colaboración con Hollywood, fue largamente ovacionado, ubicándose entre los favoritos –junto a Good night and good luck (Buenas noches y buena suerte) , de George Clooney, Brokeback Mountain, de Ang Lee– para el ambicionado León de Oro.
Este fascinante filme se centra en el viaje emocional y político de un hombre, que le lleva a descubrir la terrible verdad escondida detrás de la pérdida de su esposa y de una conspiración internacional. Tess, la protagonista femenina, activista rebelde, había recogido pruebas contra una multinacional farmacéutica acusada de explotar a los africanos pobres como ratones de laboratorio para experimentar una nueva medicina.
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“La oportunidad de denunciar a la industria farmacéutica fue uno de los tres elementos que me convencieron para realizarla. Otra fue la posibilidad de rodar en Kenya. Además, es una historia de amor muy original. Es una historia preciosa, con un toque existencialista”, afirmó el realizador, ya candidato al Oscar por su Ciudad de Dios.
Competencia
El festival de Venecia está inquieto por su futuro. Le ha salido competencia en la propia Italia. Roma prepara un gran festival de cine para octubre. Walter Veltroni, alcalde la capital italiana, estuvo ayer en el Lido para hablar de concordia entre ambos certámenes, y para anunciar que el festival de Roma quiere ser grande, tanto como para alojar un mercado del cine, que Venecia no tiene.
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Davide Croff, presidente de la Biennale de Venecia, el ente cultural privado responsable del festival veneciano, señaló en el encuentro que todo tiene que cambiar para seguir como hasta ahora: para que el Lido siga acogiendo uno de los certámenes de cine más importantes del mundo. Para empezar, tiene que cambiar el Palazzo del Cinema, el edificio emblemático del certamen. Ayer la cúpula de la Biennale se reunía con Mothassan Gadhafi, uno de los hijos del líder libio (Moammar Gadhafi), conocido por sus inversiones en Italia y que ha mostrado interés en el festival. Mothassan celebró su estadía en el Lido con una fiesta a la que asistió esta enviada especial. Así, el gran salón del Hotel Excelsior, donde se aloja siempre la mayoría de las estrellas invitadas, se convirtió en un variopinto escenario internacional, con shows de danza del vientre y de invitados, que bailaron al ritmo de los Gipsy King y del rey del rap, Fifty Cents.