El primer trabajo del compositor checo Ludwig Minkus para el Teatro Bolshoi fue la música para la obra Don Quijote, con las danzas del coreógrafo francés Marius Petipá.

Esta noche se presentan la Orquesta Sinfónica de  Guayaquil y el Ballet del Teatro Municipal de Lima en el Teatro Centro de Arte. Juntos ponen en escena la obra Don Quijote, de Marius Petipá con la música del compositor de origen checo Ludwig Minkus.

El compositor (1826-1917) fue un virtuoso violinista  que estudió en París con Eduardo Deldevez. En 1853 viajó a establecerse en San Petersburgo, capital del imperio ruso. Allí integró la orquesta  del príncipe Nicolai Borissovich y luego se trasladó a Moscú como director de la orquesta del famoso Bolshoi.

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En Moscú empezó a componer música para distintos maestros de la coreografía: primero para Arthur de Saint-León en los ballets Copelia y El Amor vengado y después para el legendario coreógrafo de origen francés Marius Petipá con quien trabajó durante dos décadas.

Precisamente, el primer trabajo de Minkus para el Bolshoi fue la música para Don Quijote con las danzas de Petipá, ballet que le acreditó como gran compositor y le consagró entre el exigente público de San Petersburgo.

Considerado como uno de los compositores más cotizados para música de ballet, las partituras de Minkus, como La Bayadera, Giselle, Don Quijote y otras, han sido ejecutadas por famosas orquestas en teatros como la Ópera de París, el Convent Garden de Londres, la Scala de Milán y el Metropolitan de Nueva York. El estreno de la obra de Petipá-Minkus en Guayaquil ha despertado una gran expectativa.

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La novela de Miguel de Cervantes, como caricatura perfecta de la literatura caballeresca, encarnó los dos tipos del alma española de su tiempo: el idealista y el pragmático. Quizás haya sido el poder de las alusiones simbólicas o las diversas aventuras de caballería, o el protagonismo dual de uno y otro personaje  o simplemente el quijotismo, para que compositores de talento hayan encontrado inspiración en la novela cervantina.

Su mundo de historietas, escenas abordables y numerosos  personajes durante cuatrocientos años, ha inspirado creaciones en diferentes formas musicales, incluyendo óperas, sinfonías y poemas sinfónicos.

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Desde la publicación de la primera parte de la novela, ya en 1614 apareció el ballet Don Quijote baila para la Sra. Sautenir, de autor anónimo. Más tarde, en 1771, Antonio Salieri estrenó Don Quijote, una comedia lírica en un solo acto. Y desde esta fecha se han contabilizado más de 30 obras. Entre las más importantes e interpretadas tenemos: Quijote, del compositor alemán Richard Strauss, de estilo romántico, estrenada en 1897. Don Quijote y Dulcinea, del francés Maurice Ravel en estilo impresionista, en 1932. Y la extraña obra de Joaquín Rodrigo, Ausencias de Dulcinea, escrita para bajo, cuatro sopranos y orquesta y estrenada en España en 1948.

El caballero de la triste figura también ha inspirado a compositores que han colaborado para el cine y producido bandas sonoras de algunas películas. La mayoría de esta música presenta elementos conectados con los ritmos tradicionales españoles, especialmente sevillanos y de la región de Andalucía, donde el empleo de guitarras y castañuelas es bastante común. Entre los compositores más destacados podemos señalar al francés Jacques Ibert, quien hizo la banda sonora de la película Don Quijote, del director Georg Wilhelm Pabs.

Don Quijote era personificado por el famoso bajo ruso Feodor Chaliapin, que interpretó en forma brillante varias canciones escritas por el compositor francés. La música de Ernesto Halffter que compuso para la banda sonora del Quijote, de Rafael Gil, de 1948. Y la obra del compositor ruso Kara Karayev, que realizó la banda sonora de Don Quijote para el director Grigory Kozintsev en 1957.

Por último, están los compositores populares como Lalo Schifrin y Waldo de los Ríos, que colaboraron con este tipo de trabajo pero en composiciones más relacionadas con la música popular, como también lo fue El hombre de la Mancha, gran éxito de Broadway con música de Mitch Leigh. En conclusión, la obra literaria de Miguel de Cervantes deja una estela brillante de inspiración fecunda dentro del quehacer de la música.

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