Sería una derrota humillante para el presidente Jacques Chirac, quien anunció que se decidiría sobre la Constitución por un referendo y no por el Parlamento.

Todas las encuestas de opinión pronostican que los franceses van a rechazar el proyecto de Constitución de la Unión Europea en el referendo que tendrá lugar hoy domingo. Si eso sucede, no se va a caer el cielo. La Unión Europea, integrada por 25 países, seguirá como antes, y Francia, uno de los seis fundadores, continuará siendo uno de sus miembros más importantes.

Sin embargo, el rechazo tendría repercusiones profundas. Sería una derrota personal y humillante para el presidente Jacques Chirac, quien en julio anunció que se decidiría sobre la Constitución por medio de un referendo popular y no por el Parlamento; además de que su porcentaje de aprobación descendió a 39%, el más bajo en ocho años.

Él no podría paralizar la toma de decisiones en la Unión Europea durante meses, retrasar el acuerdo del grupo sobre el próximo presupuesto para siete años, retardar el proceso tortuoso para admitir miembros nuevos y posiblemente debilitar aún más al euro.

Pero los “partidarios por el no” ya están celebrando.

Una noche de estas  fui a una reunión de izquierdistas en Montpellier. Portaban botones y globos que decían que amar a Europa es votar por el no. Compraron vino tinto merlot de 5 dólares la botella, fabricado por una cooperativa del área con etiquetas especialmente diseñadas que dicen “no”. Cantaron junto con Edith Piaf: “Non, je ne regrette rien” (No, no me arrepiento de nada). Un puñado de obreros de la fábrica local de IBM contó historias sobre cómo habían perdido trabajos que se trasladaron a Eslovaquia, las Filipinas y China.

“Esta es una insurrección democrática”, dijo José Bove, ovicultor y líder sindical quien es el oponente más visible de Francia a la globalización, a la multitud que ovacionaba.

El mitin fue uno de docenas de actividades programadas para los últimos días frenéticos de la campaña del referendo nacional.

El gobierno de centro derecha de Chirac ha unido fuerzas con el Partido Socialista y otros partidos de la corriente institucional, con la élite empresarial de Francia y gran parte de la élite política y económica de Europa en un esfuerzo desesperado y extremo por cambiar la oleada.

Conforme se acerca el día de la votación, el tema se ha ido apoderando de Francia. Los principales periódicos han publicado secciones gruesas con importantes pasajes de la Constitución, junto con comentarios, y los debates sobre el tema dominan la radio y la televisión.

Gran parte de la élite ha hablado sobre la derrota de la Constitución en términos apocalípticos. Chirac ha dicho que Francia “dejará de existir políticamente en el corazón” de Europa si vota por el no. Unos cien líderes empresariales franceses publicaron un manifiesto en el que sostienen que aun cuando un voto negativo no causaría un trauma económico inmediato, sería un “error grave” para Francia en el largo plazo.

Jean Marie Le Pen, el líder del Frente Nacional de extrema derecha, que se opone al tratado, ha intervenido con otros argumentos para oponerse. Ha dicho –incorrectamente– que la ratificación significaría la admisión de Turquía en la Unión Europea y oleadas masivas de lo que denomina inmigrantes turcos “no europeos”, junto con gitanos de Rumania y Bulgaria, así como otras “poblaciones nativas y miserables del Este”.

Paradójicamente, algunos líderes sindicales están a favor de la Constitución con el argumento de que en el largo plazo una Europa fuerte ayudará al trabajador francés. Sin embargo, les está costando esfuerzo convencer a sus bases de que su futuro se halla en una Unión Europea más eficiente y racional, que dicen es lo que traerá la Constitución.

“Nuestros políticos han hecho un gran trabajo al culpar a la Unión Europea cuando las cosas andan mal”, dijo Patrice Couderc, líder sindical de la región de Gard, “pero nunca la elogian cuando su dinero ayuda a construir un puente o un hospital, cuando impone una mejoría en las condiciones laborales o en la igualdad de derechos para las mujeres. El trabajador, la persona de la calle, no entiende el debate de la élite”.

© The New York Times News Service.