Llegamos sin hacer ruido. Pese a que solo unos días antes habíamos jugado con Argentina, prácticamente en Buenos Aires no sabían quiénes éramos. Apenas nos recibió un pequeño grupo de compatriotas y los dirigentes de la AFA.

Estábamos molestos, hasta cierto punto frustrados, porque el marcador fue muy abultado en el partido de ida (3-6), así que queríamos dejar una mejor imagen, repetir los diez últimos minutos de Guayaquil.

Sabíamos que era muy difícil ganar. Argentina tenía unos verdaderos monstruos de jugadores, extraordinarios, y nosotros lo sabíamos bien, pero igual nos propusimos conseguir un buen resultado.

Publicidad

Lamentablemente, no estábamos bien preparados. Nuestros sparrings en los entrenamientos eran equipos de segunda categoría que no nos exigían y los goleábamos con facilidad.

Fue un partido dificilísimo. Nos afectó la presión del público, que lo teníamos a pocos metros de distancia y nos decían de todo. Nunca pararon de gritar.
Hicimos lo posible, pero Argentina fue muy superior.