aNunca he tenido problemas para dormirme. 
 
Me he dormido en trenes y no solo se me ha pasado mi parada, sino hasta el estado donde vivo. Me he quedado dormido en la ducha, y mi dentista me ha tenido que remecer para poder seguir trabajando en mis dentadura. 
 
Es ciertamente extraño vivir al borde de inconsciencia todo el tiempo. 
 
El gobierno define a la gente como yo con una palabra: peligrosos. Nosotros provocamos alrededor de 100.000 accidentes al año, según el Departamento Nacional de Tránsito. También herimos a 71.000 personas, incluyéndonos a nosotros, y matamos a unas 1.550. 
 
Cuando la somnolencia comenzó a incluir insultos y bocinazos de otros conductores en los semáforos, decidí buscar ayuda profesional. 
 
El doctor Marc Kawalick, director médico del Centro de Trastornos de Sueño, en el hospital General New Britain en Connecticut, me esperaba con una gran sonrisa y un apretón de manos. Su personal me dijo que mantuviera un diario de sueño durante varias semanas, registrando a qué horas dormía por la noche y cuándo me sentía cansado durante el día. El doctor analizó mis registros. Al parecer no hay una tendencia, dijo, pero veremos. 
 
Tomé un examen y saqué 23 de 25 puntos, sintiéndome muy orgulloso del marcador. Claro que después me dijeron que cuanto menor fuese el resultado, mejor. "Me dijo que roncaba, ¿no?", preguntó. 
 
"Yo mismo me despierto a veces con mi ronquido". 
 
Unas semanas después, me colocaron en una de las camas del centro médico, me conectaron 22 electrodos en todo el cuerpo y me pusieron a dormir. Les llevó a los médicos tres semanas evaluar mi problema, que sufría desde pequeñito. 
 
Después de tantos años padeciendo de narcolepsia, la conclusión que he extraído es: aunque soy razonablemente brillante, jamás sobresaldré en rubros que requieran una concentración prolongada. 
 
En la escuela, ni profesores ni mi familia se explicaban cómo podía estar tan cansado a edad tan joven. Vago es lo que me decían. Me imaginaba que todo el mundo se cansaba como yo, pero que lo manejaban mejor. Yo era diferente, quizás inferior. Ahora me pregunto a dónde hubiera llegado de haber logrado estar despierto. 
 
Saqué buenas notas en la escuela, lo que me permitió acceder a una universidad estatal, pero recuerdo que mis apuntes son de apenas unos párrafos y luego rayones de cuando me quedaba dormido. En una clase me desperté cuando ya todo el mundo se había ido hacía una hora. 
 
Mis calificaciones no fueron muy buenas y tras dos semestres retorné a mi casa y me fui a trabajar en una mueblería. Sin embargo, me di cuenta de lo que podía ser mi vida y ahorré todo lo que pude para retornar a la universidad. Pero esta vez tenía una estrategia. Tomé las clases de la tarde y de la noche, me inscribí en materias por las que sentía devoción y estudiaba obsesivamente en las horas más extrañas. Pero a pesar de ello me quedaba dormido, inclusive en mis clases favoritas de cine. 
 
En mis citas con muchachas podía convertirme en el hazmerreír. Una noche en la que conducía un Ford Falcon en una autopista de Nueva Hampshire me quedé dormido y me estampé contra una cerca de metal. 
 
No se cómo, pero logré sobrevivir la universidad, asistí a la mejor universidad de periodismo del país para mi posgrado y obtuve trabajo en un buen periódico. 
 
Encontré la profesión que me permitía estar despierto. Las noticias se producen 24 horas al día, así que podía dormir 14 horas y trabajar el resto. Mientras tuviera mi historia, no importaba lo demás. Por primera vez en mi vida, mi vida no giraba en torno al reloj. 
 
Una que otra vez metía la pata. 
 
Una noche me asignaron junto con un científico de la Universidad de Brown para cubrir un discurso televisado del entonces presidente Bill Carter. Me senté en un asiento muy cómodo en la biblioteca editorial del periódico. 
 
El presidente habló durante 20 minutos; Yo dormí 17. El profesor me salvó la vida, me despertó y me contó sobre lo que opinó del discurso y escribí la historia. 
 
Tiene narcolepsia, me dijo el doctor tras los análisis. 
 
¿Está seguro? 
 
Los análisis de la noche lo demostraron. 
 
Narcolepsia. Yo ya sabía algo de ella, que no es mortal pero que no es curable, y además desquicia a otros. 
 
¿Y ahora?, le pregunté al médico. 
 
Los científicos descubrieron recientemente que la falta de un neurotransmisor químico en el hipotálamo era la causa de la narcolepsia. Los médicos atribuyen esa carencia a un ataque al sistema inmunológico. El descubrimiento ha sido el más significativo para entender la narcolepsia desde 1877, cuando se la describió por primera vez en Alemania. La ciencia espera curar algún día la narcolepsia manipulando los niveles de las sustancias químicas. 
 
Por ahora, me dijo Kawalick, lo mejor que puede hacer es tratar de controlarla. Me recetó modafinil. 
 
También me recomendó tomar un multivitamínico y tratar por todos los medios posibles de dormir ocho horas por la noche. 
 
Seguí sus instrucciones y la diferencia fue considerable. Dejé de sentirme cansado todo el tiempo. Pero con esta nueva vitalidad que encontré no por ello no dejé de sentirme mal de no haber buscado ayuda médica mucho antes.