Al pasar por la vía Montalvo–Balzapamba a un costado de la carretera se puede apreciar el Santuario de Santa Marianita de Jesús, conocida también como la Virgen de los Choferes, porque es principalmente este grupo el que detiene su marcha para depositar una ofrenda y orar para tener un buen viaje.

A  pocos metros del sitio, a través de unas escaleras en forma de caracol, se accede a la antigua capilla construida por una familia quiteña en honor a la santa y como agradecimiento luego que los salvara de caer al abismo.

Bertha Mora recuerda que en  1941, un auto pasaba por la antigua vía Flores cerca de la casa donde ella vivía. Debido a la neblina, el auto se desvió de la ruta y quedó con las ruedas delanteras en el aire, a punto de caer al abismo.

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En el interior del carro se encontraban Luis Fratta, José Cerega y otras dos personas de quienes no recuerda el nombre. Estaban atemorizados porque no se podían mover y si lo hacían, el carro caía.  Mora relata que su papá intentó ayudarlos, pero fue inútil.

Al ver una estampita de la Virgen y como católicos que son, Mora recuerda que oraron juntos y al rato hicieron nuevamente otro esfuerzo por sacar el vehículo de la posición en que se encontraba, y esta vez lo lograron.

Quienes viajaban en el carro  agradecieron a los moradores y preguntaron ante quién oraron por el milagro de salvar sus vidas. Cuando descubrieron que la imagen de la estampita era la de Santa Marianita de Jesús, más conocida como La Azucena de Quito, decidieron construir una iglesia en el lugar.

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El sitio se mantuvo hasta 1950, cuando con el esfuerzo de feligreses de la zona se construyó otra capilla.

Allí se observan placas y fotos de fieles que aseguran haber recibido alguna bendición. También hay quienes visitan el sitio como muestra de fe, otros por curiosidad, pero todos coinciden en admirar su belleza.