Personalidades del mundo entero y centenares de monegascos participaron este viernes en los solemnes funerales del príncipe Rainiero III, muerto el 6 de abril pasado, a los 81 años, después de 56 años en el poder, entre glorias y desgracias.
El cortejo fúnebre con los restos del príncipe entró a la Catedral seguido por el príncipe heredero Alberto II, las princesas Carolina y Estefanía y Andrea Casiraghi, hijo mayor de Carolina, entre otros nietos de Rainiero, así como por su hermana, Antoinette.
El catafalco fue cubierto por la bandera roja y blanca monegasca y su blasón y fue colocado ante el altar, escoltado por siete carabineros con sus cascos azules empenachados de rojo.
"Nuestro hermano el príncipe Rainiero se durmió en la paz de Cristo, acompañémoslo con nuestra oración y confiémosle el amor de nuestro Padre en la fe y la esperanza de la vida eterna", dijo en el ultimo adiós el arzobispo de Mónaco, Bernard Barsi.
Los tres príncipes se colocaron a la derecha del altar, todos vestidos de negro, y las princesas llevaban mantillas negras.
Carolina y Estefanía estaban abatidas y enjugaban sus lágrimas con pañuelos blancos. El heredero Alberto II no podía contener sus lágrimas.
Tras la ceremonia de casi dos horas, el heredero y las princesas salieron al atrio de la Catedral, lleno de coronas mortuorias y flores y regresaron a Palacio.
Juan Carlos I de España, Carlos Gustavo XVI de Suecia, Alberto II de Bélgica, el presidente francés Jacques Chirac, el príncipe Andrés de Inglaterra, la ex emperatriz iraní Farah Pahlavi y el ex presidente de El Salvador, Francisco Flores, fueron algunos de los presentes.
En el cortejo iba oficialmente tras el féretro el perro del príncipe, "Odin", de raza "Griffon Korthal", que le fue regalado con motivo del 50º aniversario de su reinado.
Un verdadero desfile de más de 60 personalidades de la nobleza, varios jefes de Estado, miembros de la realeza, representantes de Estados y organizaciones internacionales, asistieron a la misa solemne oficiada por monseñor Barsi.
Los monegascos despidieron conmovidos al monarca omnipresente, que los gobernó como un "padre" y "jefe", en la Plaza del Palacio y en varias iglesias, como la de Santa Devota, donde fueron transmitidas en directo las ceremonias.
Los hijos de Carolina -Andrea, Carlota y Pedro- se colocaron a la izquierda del altar, pero no vinieron ni los pequeños hijos de Estefanía ni Alexandra, hija menor de Carolina y del príncipe Ernesto Augusto de Hannover, hospitalizado por una pancreatitis.
El programa musical conmovedor estuvo a cargo del Coro de la Catedral, los Niños Cantores de Mónaco, la Orquesta Filarmónica de Monte Carlo y por el titular del Gran órgano, el maestro René Saorgin.