Los funerales de Karol Wojtyla, el Papa Viajero, quien gobernó la Iglesia Católica y a sus 1.100 millones de fieles durante más de 26 años, se iniciarán el miércoles y durarán nueve días.

El papa Juan Pablo II, quien encabezó la Iglesia Católica por más de 26 años, murió ayer.

Un minuto después de que la televisión anunciara la muerte del Pontífice de 84 años, tras una larga agonía, el cardenal Camillo Ruini dio la noticia a los fieles de la Plaza de San Pedro que entonaron una oración.

“Nuestro Padre Santo, Juan Pablo, ha retornado al hogar del Padre”, dijo el cardenal argentino Leonardo Sandri a la multitud y el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, entonó el “De profundis”, tras el cual los fieles estallaron en un sentido aplauso –un gesto italiano de respeto y homenaje– al hombre que batió todos los récords durante su  mandato al frente de la Iglesia Católica.

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El comunicado del Vaticano dijo que el Pontífice, líder de 1.100 millones de católicos, murió a las 21h37 (14h37 hora de Ecuador), en su apartamento privado.

La campana mayor de San Pedro empezó a sonar para anunciar al mundo la  noticia de la muerte del Papa, y el mismo tañido de dolor se repitió en los cientos de iglesias diseminadas por toda la ciudad.

Las últimas palabras del papa Juan Pablo  II fueron dirigidas a los jóvenes, su debilidad y fuente de energía de todo su pontificado y que lo  acompañaron en su larga agonía.

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El portavoz del Papa, Joaquín Navarro Valls, señaló que al parecer efectivamente parecía referirse a ellos cuando a través de sus palabras, los cardenales que lo acompañaron afirman que se pudo reconstruir la siguiente frase: “Os he buscado. Ahora vosotros  habéis venido a verme. Y os doy las gracias”, contó.

La salud del Pontífice, antes ágil atleta y poderoso orador, se fue deteriorando a lo largo de la última década y este año empeoró drásticamente. Su voz quedaba reducida en ocasiones a un susurro.

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Esta semana sufrió una infección urinaria y fiebre alta que luego provocó problemas del corazón y riñones y finalmente la muerte.

Pero se cumplió su último deseo: no morir entubado en un hospital, sino terminar sus días con dignidad como Pontífice Romano.

Navarro Valls confirmó que el Papa, consciente de la gravedad de su enfermedad, quiso permanecer en su habitación, “arropado por sus allegados” y por miles de fieles que rezaron por él al pie de su ventana, en lugar de regresar al policlínico Gemelli.

Tras la noticia, a la plaza de San Pedro llegó el vacío, las lágrimas, las oraciones y el recogimiento en la fresca noche romana, en la que muchos niños se protegían con mantas.

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“Con la muerte de Juan Pablo II se pierde un pedazo de nuestra historia”,  aseguró sin poder contener las lágrimas Doménico Carrante, de 63 años, que viajó de Nápoles a Roma para dar el último adiós al que fuera jefe de la Iglesia Católica durante casi 27 años.

“Es como si todo hubiese acabado, como si se hubiera producido de pronto un  vacío”, describió Irene, una de la fieles congregadas. Ese era el ambiente que reinaba en el Vaticano tras la noticia.

La gente no habla, se abraza, se reconforta. Muchos, sentados en el suelo,  cabizbajos mantienen las velas encendidas entre las piernas y la mirada perdida en su pena.

Otros, arrodillados, miran al cielo con el rostro mojado y el corazón encogido por la pérdida de un hombre que luchó  incansablemente por la caída del comunismo, los derechos humanos, los jóvenes y los  más desfavorecidos.