El libro ‘Surge la nación’ del investigador alemán Ekkehart Keeding es un inventario de las obras que poseían ilustrados ecuatorianos como Juan Bautista Aguirre, Eugenio Espejo, el obispo Pérez Calama y  Miguel Jijón.

La nación ecuatoriana se origina en el siglo XVIII, décadas antes de la Independencia. Esa es, finalmente, la impresión que deja la lectura del libro del investigador alemán Ekkehart Keeding, Surge la nación, con el cual el Banco Central del Ecuador inicia la publicación de la Biblioteca del Bicentenario.

Keeding realiza una pormenorizada revisión de todas las huellas que dejó la Ilustración en la Audiencia de Quito. Y es allí, en el pensamiento de los ilustrados, donde encuentran los orígenes de la nación.

Publicidad

Si bien se trata de un libro con una suma enorme de referencias bibliográficas y filológicas cuenta con un encanto particular: la documentación sobre la circulación de una vasta literatura prohibida por la Iglesia Católica y la corona española. Una red clandestina de intercambio de ideas que fueron creando la conciencia de la independencia.

“Como los hilos de una fina red, el comercio de libros organizado y casual, permitido y prohibido, ocupó todos los centros del Nuevo y Viejo Mundo”, escribe el autor y cuenta que muchos textos de la Ilustración entraban a la Audiencia de contrabando confundidos con los paños finos de Flandes, los perfumes franceses y las herramientas de hierro.

El pensamiento ilustrado compartía, finalmente, con la pólvora, el tabaco y el alcohol, la persecución oficial. Y sus difusores muchas veces renegaban del nombre de los autores prohibidos, pero defendían sus tesis para de ese modo protegerse de los inquisidores. O llegaban a conocer el pensamiento de los ilustrados europeos por la vía más extraña: leyéndolos entre líneas en los libros españoles que los refutaban y atacaban.

Publicidad

El libro de Keeding permite percibir una época, la segunda mitad del siglo XVIII como una ebullición de lecturas e ideas: “Se adquirían, prestaban e intercambiaban libros por todas partes,  a cambio de leer misas, a cambio de iguales bienes o dinero. Obras europeas se prestaban a cambio de fichas de préstamo y sin estas, con frecuencia no se devolvían, se adquiría por robo o hurto, se vendían y revendían”, asegura.

Keeding destaca una primera figura fundamental en este proceso, Juan Bautista Aguirre, natural de Daule y catedrático de la primera universidad en Quito. En sus clases difundía conocimientos en astronomía, matemáticas, filosofía, que cuestionaban los dogmas católicos, a tal punto que comenzó a darle fama de “duende”. Exiliado en Italia cuando la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas, Aguirre defendió ardorosamente la equiparación de españoles, criollos e indios, frente a las teorías difundidas por el seudocientífico Buffon por toda Europa, en las que colocaba a los americanos al nivel de los animales.

Publicidad

Autores como el monje benedictino Feijó (elevado a autor oficial en un momento, para ser prohibido después), Voltaire, Rousseau, Erasmo, Diderot y su Enciclopedia, eran conocidos en Quito, Guayaquil, Cuenca, Riobamba. José Joaquín Olmedo aparece familiarizado con Rousseau desde 1800.

Muchas de esas lecturas perseguidas por la Inquisición circulaban en los conventos exclusivamente, y sus propietarios evitaban registrarlos bajo sus nombres. Cuando hacia 1734 llegó la Misión Geodésica Francesa, dirigida por La Condamine, estos científicos transmitieron un cúmulo de informaciones que cuestionaban las enseñanzas oficiales, a tal punto que, afirma el libro Surge una nación, quienes colaboraron con La Condamine y su misión, una vez que estos se fueron, tachaban sus nombres de los instrumentos y libros dejados y destruían las huellas de su trabajo.

Teorías como el derecho de los pueblos a levantarse contra las tiranías o el principio  de la soberanía popular, fueron alimentando el espíritu independentista.

Junto con Aguirre, el autor coloca a Eugenio Espejo, al obispo Pérez Calama y a Miguel Jijón, este último que fuera Conde de Casa Jijón, y que fue perseguido por la Inquisición hasta su muerte en Jamaica, ocurrida por la misma época en que moría Espejo, luego de un largo periodo de prisión.

Publicidad

La brecha entre España y la Audiencia de Quito no aparece, por tanto, a comienzos del siglo XIX sino que se va forjando desde el siglo anterior, cuando las figuras de la ilustración desechaban cualquier contacto con Madrid y preferían relacionarse con Francia, Holanda o Inglaterra.

Ekkehart Keeding va estableciendo un auténtico inventario de los libros que poseía cada uno de los ilustrados y sus posibles lecturas, registra al detalle las pertenencias de bibliotecas públicas y privadas, extrae conclusiones de exámenes universitarios y de observaciones escritas en los márgenes de los libros. Cualquier detalle le sirve para robustecer la tesis de una nación surgida en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII.