Los miembros de esa etnia pasan la mayor parte del tiempo en la selva, solo salen esporádicamente a las ciudades para comprar ropa y utensilios.

En las comunidades achuar de Morona Santiago, alejadas de las carreteras y las zonas urbanas, el dólar circula poco.

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El trueque sigue siendo la forma de transacción económica más utilizada en los asuntos domésticos de los achuar.

“Si me das una gallina, yo te puedo pagar con una bodoquera. Aquí no es muy necesario el dólar de Estados Unidos”, dijo Tito Puenchir, vicepresidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).

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Puenchir, de la etnia shuar, indicó que en los poblados indígenas shuar y achuar alejados de los polos de desarrollo de la Amazonia, las familias sustentan su alimentación en la producción de sus huertas.

Los achuar tienen la determinación de mantener sus costumbres.

Con el inicio del siglo XXI, los hombres retomaron la costumbre de  dejar crecer su cabello y llevar el tradicional peinado achuar.

También sustituyeron las lavacaras de plástico en las que servían la chicha, por los cuencos tradicionales, de barro.

La etnia logra, con éxito, mantener viva su lengua, que tiene raíces comunes con el dialecto de los shuar.

Las familias achuar no tienen un ingreso fijo. Sin embargo, algunas comunidades se han organizado para mejorar su producción agrícola y vender sus productos –yuca, plátano, maní, jenjibre, entre otros– en otras provincias.

Milton Callera, presidente de la Federación Interprovincial de Nacionalidades Achuar del Ecuador (Finae), explicó que la etnia busca cooperación internacional para mejorar su calidad de vida.

“Tenemos un proyecto para mejorar la compañía de aviación de nuestra nacionalidad y tendremos internet en nuestras comunidades; estaremos en contacto con el mundo, pero seremos los mismos”, dijo.

La casa, un orgullo
Proviene de una estirpe guerrera, es un cazador y, en ocasiones, actúa como el guardián de la seguridad de Wampuik, su comunidad en la provincia de Morona Santiago.

Sin embargo, de todas sus habilidades, lo que más le enorgullece a Pedro Tsiri, achuar de 37 años, son sus virtudes como padre de familia, que se reflejan en la casa que construyó solo, durante seis meses de trabajo.

Es una vivienda tradicional achuar, cuyo diseño es milenario: amplia, ovalada, con techo de paja, sin paredes y sostenida con troncos de caoba.

Pedro solo recibió ayuda de otros hombres de su comunidad para transportar los materiales, y les pagó el favor con productos de su huerta, al igual que hicieron otros amigos cuando él les dio apoyo en la construcción de sus casas.