¿Puede  el amor  de una pareja sobrevivir sin sexo? ¿Puede el sexo ser un sustituto del amor? ¿Cómo asume la mujer  su sexualidad? ¿Cómo la vive el hombre? Sobre estos ejes la directora francesa Catherine Breillat reflexiona en su filme Romance X.

Son aquellos  interrogantes el punto de partida  para abordar el tema sexual, para exponer las complejidades humanas de una manera libre y a la vez tremendamente inquietante. La película muestra la vida de una joven pareja: Marie y Paul, que después de un tiempo de existencia en común ya no hace el amor. Es él quien no desea, pese a que dice amar a su mujer. Ella quiere que el amor sea total y concreto, y ante tal imposibilidad, empieza a cuestionarse a sí misma. No concibe una relación de pareja  sin sexo. La situación le genera ciertas  incertidumbres. Quizá abona las que ya tenía.

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Las incertidumbres llevan a Marie, quien es profesora en una escuela de niños, a embarcarse en una serie de aventuras extraconyugales en las que descubre sexo, masoquismo, placer, violencia, dolor. Situaciones límite que la van marcando y que son expuestas por la cámara de manera abierta y explícita, sin censura.

Pero lo que podría parecer una sucesión de hechos sin sentido,  no lo es. Todo cobra sentido por el modo que está planteada la cinta: la protagonista es a la vez la narradora. A la par que experimenta, cuenta sus impresiones y devela sus pensamientos o sus miedos o deseos. Ella quiere vivir su sexualidad, conocer todos los recovecos humanos, que la enfrentan incluso con la sordidez.

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Habla desde su perspectiva de mujer.  Desde luego, no es un alegato feminista. Marie hasta podría llegar a incomodar a las propias mujeres con ciertas  acciones desvalorativas de sí misma. Sin embargo, tiene  momentos de confesiones y reflexiones con los que más de una mujer podría identificarse. Expone su visión de la maternidad, del placer, de los desencuentros de los universos femeninos y masculinos.

Breillat da preponderancia a la historia de la chica. De su pareja poco sabemos, excepto que es modelo, pues la vida de ellos se reduce al dormitorio,  cuando en la noche ella llega de sus encuentros y él regresa quizá de su trabajo, de una cafetería o de una reunión con los  amigos. No sabemos el  pasado de ambos. Vemos lo que la cámara expone y a partir de allí el espectador arma sus apreciaciones.

El punto de vista masculino tampoco está ausente. Pero ¿Qué significa una mujer para un hombre? ¿La ve como un complemento, una compañía, un objeto de deseo y de placer, un vientre para cargar un hijo? Quizá el filme plantea, en el fondo, la imposibilidad de la fusión  total de dos vidas: Los cuerpos se acoplan momentáneamente, se juntan, conviven,  pero las existencias siempre tienen caminos distintos, individuales e insospechados.