La emoción presidió ayer el teatro Albéniz de Madrid, donde Joan Manuel Serrat ofreció el primero de sus cinco conciertos de la gira Serrat Sinfónico.

El público, que llenaba la sala, recibió en pie y con una gran ovación al músico, que se mostró muy emocionado.

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La noticia en la que se anunció que Serrat cancelaba su gira por América al tener que someterse a una intervención de cáncer de vejiga, dolencia de la que se está tratando desde hace año y medio, contribuyó a esa emoción, en ocasiones contenida.

Serrat, arropado por los 90 músicos de la Orquesta Sinfónica de la Comunidad de Madrid, dirigida por Joan Albert Amargós, eligió Se equivocó la paloma para comenzar el recital, que duró más de dos horas y media.

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Como siempre, el cantante habló con la gente y lo hizo a gusto, porque el teatro Albéniz ya se ha convertido en su casa cuando pasa por Madrid. Es más, ya no quedan entradas para ninguno de los conciertos.

“Mi sincera gratitud por destinar una noche de sus vidas a estar aquí”, le dijo el músico a su público.

Serrat interpretó canciones de ahora, como Es caprichoso el azar o La bella y el metro, y otras que ya tienen casi 40 años, como Canco de matinada, en Catalán.

A esta se refirió como “un tema cargado de simbolismo, porque es el primero que se convirtió en número uno en un momento en el que en este país mandaba un general de galones, gordito, bajito y con bigote, que aunque era de Galicia no le gustaban las periferias y menos que se cantase en idiomas periféricos”, en referencia al general Franco.