El salsero puertorriqueño murió el pasado 6 de octubre por un paro respiratorio, mientras estaba en su casa con su esposa Sandra Pagán. Había nacido el 26 de diciembre de 1947 en el barrio de Santurce.

Cuando Marvin Santiago estuvo en Guayaquil, el 21 de mayo de este año, dijo que uno de los momentos más memorables de su vida ocurrió dos meses antes, el 12 de marzo en el anfiteatro Tito Puente de su natal Puerto Rico. Aquella noche sus amigos Óscar D’León, Andy Montañez, Wichy Camacho, Luisito Carrión, entre otros, lo acompañaron en un espectáculo denominado Tributo al Sonero del Pueblo, tal como lo llamaban a él.

Habitualmente los homenajes son después de muerto. Y El Sonero del Pueblo, Oficial, Marvelous o simplemente Marvin Santiago Rodríguez (su nombre completo) lo vivió justo a tiempo. Hoy ya no sirve porque físicamente se fue el pasado 6 de octubre. Un paro respiratorio fue la causa mientras estaba con su esposa Sandra Pagán en su casa de Bayamón, Puerto Rico.

Publicidad

Fue sepultado tal como él lo quiso, como una fiesta del pueblo (“no quiero penas, tampoco llantos, lo que quiero es bomba en el camposanto”, decía él), a la que asistieron familiares, amigos y admiradores, según informó el portal de internet de diario El Tiempo, de Bogotá, el lunes pasado.

No obstante, su verdadero momento memorable no fue su tributo en vida.  Irónicamente una desgracia le permitió conocer a Dios, tras su ingreso a la cárcel de Bayamón, el 22 de septiembre de 1980 por tráfico de drogas, de las que fue adicto confeso durante diez años, entre 1971 y 1981.

“Si has estado en cana sabes que allá adentro estás solo, allá no hay amigos” (antes de encontrar a Dios), había dicho el salsero, quien nació el 26 de diciembre de 1947 en la calle 22 de Santurce, un barrio de San Juan, la capital puertorriqueña, cuando visitó Guayaquil, en mayo pasado, para presentarse en el Jardín de la Salsa junto al dominicano Cuco Valoy y Los Niches, de Colombia.

Publicidad

Y aquel encuentro espiritual fue el que le ayudó a soportar las depresiones de vivir con una prótesis (en 1996 le amputaron la pierna derecha por diabetes), un fallo crónico renal (esperaba un trasplante de riñón) y ceguera.

El hecho de estar en prisión (tenía sentencia de diez años) no le impidió actuar al autor de canciones como Auditorio azul y Vasos de Colores.

Publicidad

Las autoridades penitenciarias le permitían cumplir con algunas presentaciones, como la del 15 de junio de 1985 en el teatro Tapia de San Juan.

Aquella presentación se llamó Desde adentro (en alusión a su condición de detenido), en la que cantó Fuego a la jicotea, La picúa, Pa’ dentro, Nostalgia, La libertad, Auditorio azul, La guagüita, Lo que usted ve por ahí, Chinas por botellas y El hombre increíble.

Cuando era niño tenía dos caminos: el béisbol o la música, pues durante su época escolar ya cantaba rancheras y boleros en los mercados de su natal Santurce.

Entre 1971 y 1976 formó parte de la orquesta de Bobby Valentín. Con él grabó ocho discos, entre ellos sobresalen Soy Boricua (1972), Bobby Valentín, el rey del bajo (1973), In Motion (1974), Bobby Valentín va a la cárcel 1 y 2 (1975) y Afuera (1976).

Publicidad

Su salida de la orquesta de Valentín se produjo por su adicción a las drogas. Aquel 1976 fue el año de seguir su carrera, pero como solista. Con su voz áspera había empezado en 1967, a los 20 años, cuando logró ser corista del grupo Rafael Cortijo y su bonche, tras una audición.

Las drogas y su incursión al evangelio (cuando cayó preso) fueron parte de su vida terrenal, pero su música queda en la memoria de quienes la escucharon.  (RVA)