El estadio quedó en silencio. Las luces se encendieron. Y tras muchos años de ausencia, el amor, el compromiso social y el recuerdo de una revolución esperanzadora volvieron a sonar el pasado miércoles en Buenos Aires de la mano de Pablo Milanés.

Un Luna Park colmado recibió de pie al artista cubano que en una hora y media de espectáculo  desplegó las canciones de sus últimos discos y los clásicos de la Nueva Trova.

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“Es gratísimo estar con ustedes después de tantos años de ausencia involuntaria. Vamos a pasar una noche entre amigos”, dijo Milanés.

Acompañado por un grupo de músicos que siguieron magistralmente cada nota de su siempre joven voz, Milanés hizo sentir a la audiencia como en casa con su actitud intimista plagada de gestos de cariño y manos extendidas en señal de abrazo.

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En saco roto, una alegoría a una revolución que no resultó como la había soñado;  Éxodo, dedicado, como dijo el artista,   a nuestros hermanos cubanos que por una razón u otra no viven en nuestro país;   Nostalgia y De qué callada manera sobre un poema de Nicolás Guillén, fueron algunas de las canciones.

Las sorpresas de la noche fueron sus dúos con los argentinos Pedro Aznar para   Días de gloria, Fito Páez en   Sábado corto, y Juan Carlos Baglietto para El breve espacio en que no estás.

Tanto despliegue artístico debía tener un broche de oro y, aunque involuntariamente, así fue. Sentada desde el público como una espectadora más, ante la insistencia de Milanés la argentina Mercedes Sosa se animó a tararear   Años a capella ante el llanto de los presentes.