Hace un año fue Fernando Nieto Cadena el que sorprendió desde Campeche, México, con un poemario, luego de cerca de veinte años de silencios al menos con respecto al país.

En el mes de agosto de este año, es Ramiro Oviedo el que llega también con un poemario, solamente que esta vez, como ocurriera en la década de 1920 con Alfredo Gangotena, originalmente escrito en francés, con el que venció en el concurso Prix de Trouveres, premio que consistía en la publicación de un libro/objeto bajo el sello Bremond, uno de los más refinados y cuidadosos de París.

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“A Bremond le dicen el dinosaurio de la edición, trabaja todavía en linotipia y tiene un gusto magnífico”, declara Oviedo, de paso por el Ecuador, donde vino a presentar su libro en un acto en el cual “la prensa no estuvo e imagino que estarían de vacaciones, o enfermos, o quizá jubilados”, declara en ‘Ex-libris’, un informativo editado por Libri Mundi.

Oviedo parece haber preparado el libro bajo el síndrome de un doble exilio: nadie lo leería allá por su condición de habitante de un país casi desconocido; y nadie lo leería en el país mientras estuviera el texto en francés. De allí que le tituló Poemas del coronel, evocando la suerte del coronel Aureliano Buendía a quien nadie le escribía en su soledad caribeña. Y en cuanto a su estilo, el francés ha aportado a su poética una particular sensibilidad con las palabras, escogidas con rigor.

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Junto con Fernando Nieto y Ramiro Oviedo (el primero incluido en antologías mexicanas, el segundo salvándose de la soledad en idioma francés), es posible recordar a algunos escritores ecuatorianos que se han quedado fuera, casi definitivamente, y están buscando un lugar en el mundo internacional del libro.

Y el tema de la partida (exilios literarios o emigraciones forzadas por la pobreza) va convirtiéndose en parte de la historia del Ecuador. Incluso la casi desaparecida revista Letras del Ecuador dedicó su último número, que ya data de seis meses, a las literaturas del exilio.

A París emigraron principalmente tres: Huilo Ruales, Ramiro Oviedo y Telmo Herrera, este último con el éxodo más largo a cuestas, autor de una novela muy comentada: Papá murió hoy.

Huilo Ruales y Ramiro Oviedo, en cambio, se fueron hace más de una década, luego de contar con varios libros publicados, los últimos bajo el sello editorial Eskeletra. Ruales devorando la cotidianidad a zancadas, Oviedo reflexionándola desde su pequeño lugar, con un solo botín: una “melancolía sedienta”.

En París vive también y escribe Rocío Durán Barba.

Fernando Nieto y Vladimiro Rivas están en México desde la década del setenta. El último libro de Nieto Cadena, antes de su reciente De última hora, fue aquel Somos asunto de muchísimas personas, editado hace exactamente 19 años. Y De última hora se abre con un extraordinario recuento memorioso de lugares y gentes que bien podrían resumir aquel Guayaquil en el que creció y en el que publicó sus primeros textos, en tiempos de un taller literario memorable: Sicoseo.
Vladimiro Rivas se ha mantenido mucho más presente en el país, con visitas frecuentes y publicando en Ecuador algunos de sus títulos como la novela corta La caída y la noche o los ensayos de Mundo tatuado, en los que premeditadamente Rivas fragmenta el libro en tres secciones: Mundo tatuado, para los universos que tanto amó, incluidas las novelas del mar; Exploraciones I, dedicada a autores latinoamericanos; y Exploraciones II, para unos pocos ecuatorianos, desde Jorge Carrera Andrade hasta Iván Carvajal.

A Rivas y Nieto se sumó posteriormente una joven escritora guayaquileña, Yanna Hadatty. Y les antecedió en un éxodo prolongado, Miguel Donoso Pareja, formador de escritores en México y Ecuador.

En España están dos autores jóvenes nacidos en Guayaquil, Mario Campaña y Leonardo Valencia, que mantienen una intensa actividad en revistas y editoriales literarias.

Campaña (nacido en 1959) es uno de los mayores poetas de su generación. Va de los paisajes exteriores a las sombras interiores de la mano de una lúcida sensibilidad; observa y se observa recuperando espacios e instantes, con versos de notable madurez.

Leonardo Valencia, con una prolongada permanencia en Lima, se instaló luego en España, donde publicó su primera novela El desterrado, un serio intento por construir un texto sin referencias ni límites localistas, ambicioso.

Más allá de ellos existirá un buen puñado que se ha ido quedando en lugares adoptivos, que prepara tal vez, en silencio, sus creaciones, o que apenas aparece en sellos editoriales ecuatorianos.

Otros se escaparán de esta breve evocación.

De todos modos, el Ecuador tiene una larga lista de exiliados literarios que comienza en los tiempos coloniales, con los jesuitas expulsados Juan Bautista Aguirre y Juan de Velasco, sigue durante la República con escritores víctimas de la persecución política como Juan Montalvo fallecido en París o Federico Proaño en Guatemala. Más tarde serán Demetrio Aguilera Malta en México, César Dávila Andrade y Alfonso Cuesta y Cuesta en Venezuela; o poetas como Alfredo Gangotena, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, Jorge Enrique Adoum,  Paco Tobar García, Alfonso Barrera Valverde y Rubén Astudillo, quienes escribieron buena parte de su literatura afuera, al igual de lo que ocurre hoy con Jaime Marchán o Galo Galarza, los dos diplomáticos.

“Cuando comienza el siglo XXI, el Ecuador empieza a conocer, igual que otras sociedades, una literatura de la migración” escribe Francisco Proaño Arandy en la citada Letras del Ecuador.