Los tiempos han cambiando visiblemente (lo que desde mi óptica femenina me parece más que justo). Hasta hace poco hubiese sido inimaginable que una producción de Hollywood presentara como protagonista a una mujer policía con demasiada afición al alcohol, un pasado tortuoso y con tendencia a tener relaciones íntimas con más desconocidos de los necesarios sin que, posteriormente, fuera sentenciada a una condena segura por culpa de su promiscuidad y, sobre todo, de la autocensura de los guiones, que no podían permitir que semejante mujer saliese ilesa de semejante jugada. Un papel típico del policiaco y del cine negro, pero hasta ahora descrito en la piel de un hombre, casi siempre muy apuesto, al que beberse unos cientos de whiskys e ir de mujer en mujer le suponía un mérito más para convertirlo en el más recio del relato. Hasta aquí es la única novedad de Acechada y una de las pocas virtudes destacables de una película por lo demás del montón, de las de asesino en serie con falso culpable de por medio.