Abundante documentación corrobora que aquella jornada no fue un intento real de romper los lazos que nos ataban a la monarquía española de entonces, sino apenas una demostración de repudio a la imposición francesa sobre los territorios ibéricos.

Con esto no le restamos trascendencia a la fecha del 10 de Agosto, que seguirá constando en nuestro calendario histórico como una demostración del malestar social y político que ya por entonces se sentía en las colonias americanas, de manera especial en los territorios de la Real Audiencia de Quito. Más de una vez se vio, en el proceso de conformación de las naciones, que las primeras manifestaciones de repudio a los tiranos –extranjeros o locales– no se expresaron de manera clara y expresa sino que se encubrieron ante los ojos de sus propios protagonistas bajo el ropaje de la antigua legalidad. Solo con el tiempo esa timidez histórica fue dejada de lado y se asumieron los verdaderos objetivos a plenitud.

Es lo que ocurrió en las antiguas colonias españolas, de manera especial en Quito en la fecha que estamos comentando. Lo que allí se vislumbró de manera velada, solo asumió su verdadero carácter el 9 de Octubre de 1820, y se consumó de manera definitiva el 24 de mayo de 1822.