La situación social, económica y moral de nuestra patria ha conmovido a los miembros del Consejo Arquidiocesano de Laicos de Guayaquil y de toda la nación, hasta el punto de recurrir al primero y último recurso que posee el corazón pleno de fe, de esperanza y de amor cristiano, como es la oración comunitaria. No solo han querido orar entre ellos, sino que se decidieron acudir a todo el pueblo católico ecuatoriano para invitar a todos los fieles de Costa, Sierra, Oriente y Galápagos a orar por todo el Ecuador con una ferviente plegaria.

Es una plegaria que está sensibilizando a gobernantes y gobernados, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a solteros y casados, a sacerdotes, religiosos, religiosas, profesionales y comerciantes, a trabajadores y desocupados. Es una oración que está llegando a lo íntimo del alma, reclamando cambio de comportamiento a nivel personal y funcional para vivir como auténticos hijos de Dios. Es una oración que pide perdón por tanta indiferencia, egoísmo y corrupción.

Tanto hincapié, en esta materia, han hecho y hacen obispos y sacerdotes del país, que, como consecuencia, la fuerza del laicado católico ha tendido sus miradas sobre la crítica situación de la salud, de la cultura que llega a pocos, y la falta de buena educación para niños y jóvenes. Dios quiso que su hijo tuviese un padre adoptivo en la persona de San José, que trabajó y enseñó a trabajar a Jesús.
Pero, lastimosamente, ese trabajo no lo tienen muchos compatriotas y han tenido que emigrar a países lejanos.

Con mirada certera, los laicos han ponderado que ciertos valores cristianos están en decadencia, como la verdad enemiga de la mentira y de la calumnia con la que se difama fácilmente. Como la justicia que está a la orden del mejor postor, mancillando a algunos jueces que juraron defender al inocente, desconociendo todo soborno. Como la moral, que no solo raya en inmoralidad, sino en amoralidad, con la que se está corrompiendo incluso a la niñez y a la juventud, dignas de mejor suerte.

La plegaria a favor de los ecuatorianos se dirige a Dios misericordioso pidiendo que fortalezca las voluntades e ilumine las mentes de los gobernantes de los tres poderes del Estado y de todos sus colaboradores. Todo esto para que exista el respeto mutuo, otro de los valores en decadencia, y para encontrar caminos de solución de los problemas que confunden, aturden y empapan de angustia al pueblo ecuatoriano, cuyo voto eleccionario siempre se siente burlado.

El escritor cubano Carlos Alberto Montaner decía que una de las cualidades del gobernante es la humildad. Cuando el mandatario habla y actúa como la divina pomada, no logra gobernar bien. Cito el ejemplo de John F. Kennedy, que solía expresar: “Tengo un gabinete más inteligente que yo”. Es decir, que sus aciertos tuvieron como factores a sus inteligentes ministros. Por eso, la plegaria por el Ecuador concluye diciendo: “Concédenos reconocer nuestros errores y saber rectificar, construir la paz, no sobre el miedo a las armas, sino sobre el amor”.