Ahí está la voz.  La presencia infinita del sabor a barrio, el toque marginal, el sello callejero. El pueblo que se viene en cada canción diciendo presente. La identidad con cada frase, en cada verbo. La vida que no se puede contener, que se lleva todo por delante. Ahí está Héctor Lavoe.

Y así de pronto su presencia física ya no estuvo más, murió en Nueva York el 29 de junio de 1993. Pronto ya serán  once años de su muerte. Pero yo no pude esperar hasta ese día para escribir de él. Se volvió imprescindible, necesario. Aquellos que se consideren verdaderos salseros lo entenderán.

La voz, El cantante de los cantantes, El rey de la puntualidad, el cantante salsero por excelencia. El héroe que sintetiza en su obra y en su vida la tragedia latina con todos los ingredientes: pobreza, riqueza, desesperanza, amantes, traiciones, droga, rumba, risas, barrio, fama y breve existencia. Vivió solo 47 años.

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En el libro The Hector Lavoe Story, 1946-1993 (La historia de Héctor Lavoe), por José A. Pérez y Antonio I. Mejías, se encuentran las claves de su existencia y su final.

Nació el 30 de septiembre de 1946 en Ponce, Puerto Rico. Su nombre era Héctor Juan Pérez Martínez, llegó a Nueva York de 17 años con la intención de romperla en grande.

Su admiración por los cantantes como Daniel Santos lo llevó a este camino. De él asimiló el toque callejero y malandrín. Pero Lavoe desarrolló su estilo inimitable con aquella manera de cantar contundente, melódica y frontal.

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Entre 1963 y 1967 afiló su montuno con las orquestas de Francisco Kako Bastar, Tito Puente y Tito Rodríguez, toda la buena y vieja guardia con la que aprendió los secretos del mambo y del son.

Johnny Pacheco fue quien lo presentó con Willie Colón. Ellos se  lanzaron al mundo y vencieron con el disco El malo (1967). A ellos les cabe el honor de haber metido en el cerebro de los bailadores el sonido de Nueva York, que luego se convertiría en la gran explosión. Salsa.

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El resto, como ellos dicen, es historia. Hasta  1973 grabaron diez álbumes, se separaron y volvieron luego de unos años con Vigilante (1983).

Cuando Colón disolvió su orquesta los fanáticos pensaron que Lavoe no podría hacerlo solo, pero se equivocaron. Él atacó con todo, se convirtió en líder de la orquesta y se volvió mucho más popular con éxitos como El cantante, Plato de segunda mesa, El todopoderoso, una guaracha que incluyó en su primer álbum en solitario La voz (1975).

Cuando Héctor murió, Willie lo reconoció como “aquel muchacho que aplicó los cantos de Gardel, Felipe Pirela, Ramito y Odilio con los rosarios de la cruz, agregándole la malicia de Cheo y Maelo”.

Héctor Lavoe es considerado el mejor sonero, después del también puertorriqueño Ismael Rivera, reconocido como Maelo, El Sonero Mayor.

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Es comprensible. Cualquiera puede escuchar e identificarse en temas como Juanito Alimaña, Ausencia, Periódico de ayer, Triste y vacía. Su carisma en tarima y su don de gentes fuera de ella le ganaron la idolatría de su fanaticada, que casi le venera como un mártir de la rumba y la calle.

“Héctor le podía mentar la madre a todo el mundo y el público se reía. Lo malcriaron”, señaló Willie Colón en una ocasión.

En 1976 publicó De ti depende, donde incluía el magistral Periódico de ayer y otros éxitos como Vamos a reír un poco y Hacha y machete.

Para 1977 era ya considerado por el público como el mejor cantante de salsa de Nueva York, ya que Ismael Rivera y Cheo Feliciano desde Puerto Rico tenían sus propios estilos personales, anteriores al desarrollo de la salsa, y el venezolano Óscar de León y el panameño Rubén Blades aún no habían conseguido consolidarse como estrellas.

Con fama y fortuna Lavoe se introdujo en las drogas y su vida se transformó drásticamente. Llegaba tarde a las actuaciones y abusaba de su relación con el público, y de a poco fue perdiendo sus cualidades de vocalista.

Se hizo famoso por acuñar la frase “Yo no llego tarde,  es el público que llega muy temprano”, en su canción El rey de la puntualidad.

En 1984 se presentó en Guayaquil y durante su actuación en el coliseo cubierto se bajó los pantalones para enseñar la marca de sus calzoncillos. Por este acto fue acusado de falta a la moral y pasó dos días en el calabozo del Cuartel Modelo.

Al parecer su afición a la droga, desmentida posteriormente, estuvo a punto de matar su carrera. Una retirada temporal lo llevó a realizar un tratamiento psiquiátrico en una clínica de Madrid, otros hablaban de brujería, se hicieron mil especulaciones sobre su mal estado de salud.

En 1978 volvió publicando una obra maestra titulada Comedia con temas como El cantante, de Rubén Blades; La verdad y Comedia.

La muerte de su suegra y de su hijo, la fractura de sus piernas al saltar por la ventana de su apartamento que se quemaba abonaban al tormento que intentaba apaciguar a través de las drogas.

Tras la suspensión de un concierto en Bayamón (Puerto Rico), en 1988, donde intentaba  reiniciar su carrera, Lavoe se lanzó desde el décimo piso de un hotel. No logró suicidarse, quedó malherido e incapacitado para cantar. Pasó sus últimos años en Nueva York, donde promotores se lucraron presentándolo cuando no  podía ni hablar.

Así se fue la vida de un héroe para muchos rumberos. Pero el mejor, todos lo saben, siempre estará invicto en cada una de nuestras memorias.

DISCOGRAFÍA

EN SOLITARIO
La voz 1975, De ti depende 1976, Comedia 1978, Recordando a Felipe Pirela 1979, Feliz Navidad 1979, El Sabio 1980, Qué sentimiento 1981, Vigilante 1983, Reventó 1985, Strikes back 1987, The Master & The Protegé 1993.

CON WILLIE COLÓN
El Malo 1967, The hustler 1968, Guisando 1969, Cosa nuestra 1970, Asalto navideño Vol.1 1971, La gran fuga 1971, El Juicio 1972, Asalto navideño Vol.2 1972, Lo Mato 1973, The Good, The Bad & The Ugly (El bueno, el malo y el feo) 1975.

RECOPILACIONES
Hector’s gold 1980, Fania All Stars with Héctor Lavoe 1997, En vivo 1997, Swings 2000, Tú bien lo sabes 2001.

También aparece en algunas recopilaciones del sello discogáfico Fania, con la orquesta Estrellas de la Fania.