Igual que las plantas y otros seres, las aves están en el mundo mágico y mítico de los pueblos.
Actuar con temor o confianza ante la presencia o cercanía de un individuo representante de las numerosas especies de aves que pueblan nuestro territorio suele ser la normal actitud de creyentes y supersticiosos apegados a las creencias populares que forman el folclore mágico junto con la religión, lo medicinal y no medicinal, el animismo, fetichismo, totemismo, tabuismo y más expresiones afines.
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En el Ecuador y otras naciones del mundo dueñas de gran desarrollo tecnológico, continúan arraigadas en el sentimiento popular las llamadas creencias y supersticiones que son el testimonio de su riqueza cultural y otras manifestaciones fundamentales de la memoria colectiva. Y si de la presencia de las aves en el mundo mágico y mítico se trata, hay material para rato que no solo asombra sino que tiene una carga de enseñanzas y situaciones harto curiosas.
Incontables ejemplos
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Por considerarla fatídica y de “mal agüero” en la ciudad y el campo mucha gente se atemoriza ante el paso de la lechuza (chúshig), cuyo graznido –dicen– anuncia la muerte de un enfermo. Lo mismo al cantar la valdivia, que en su sonido gutural parece expresar “¡hueco va, hueco va!”.
Es mala suerte (desgracias y enfermedades próximas) si canta una gallina o llora la tórtola; y habrá hambre y miseria si se sueña con cuervos. En cambio, si alguien toma agua en el recipiente donde igualmente lo hizo el tucán o diostedé, gozará de excelente salud.
También es buen augurio si observamos al quinde, colibrí o picaflor en pleno vuelo e, igualmente, si este se posa frente a un cazador, le asegura una satisfactoria cacería.
Otras creencias comunes
Si en casa hay un niño recién nacido y pasa graznando una lechuza, los de mayor edad de la familia aconsejan que hay que poner las tijeras en cruz, quemar sal o sahumerio para alejarla, pues se trata de una bruja que desea causar daño al niño.
Cuando el curiquingue (curiquinga) vuela sobre alguna casa, presagia el fallecimiento de una persona que la habita. En cambio, si se las observa volar en pareja eso augura un matrimonio feliz. Si la María Copetona o María Moñuda ríe es señal de mala suerte y, escuchar su silbido, algo bueno ocurrirá.
Si el gavilán vuela en dirección de una persona, le predice que va a servirse sabrosos bocadillos, y si alguien lo sueña, es signo de buen augurio. Las palomas denominadas de Castilla son tenidas como ingratas, aun más cuando se marchan de una casa a la que aseguran llegará la mala fortuna. Cuando por un pueblo o una comarca pasa volando una pareja de quililicos, allí es inminente un matrimonio.
Curiosidades
En esta breve síntesis que recuerda el protagonismo de las especies aladas que se identifican a plenitud con nuestro folclore, no hay que olvidar aquellas que abordan el campo de las leyendas como la hermosa de las guacamayas y los orígenes de los cañaris.
O del tayo, ave gemidora que habita especialmente en las cuevas de nuestra selva amazónica, que según los nativos de la región es la transformación de una joven que perdió a su novio a quien se lo robó la Luna.
La perdiz nunca puede dormir en un árbol y siempre anda por el suelo, como castigo de Jesús que la sentenció porque lo “denunció” con su alborotado vuelo cuando en el Monte de los Olivos Él se “escondía” de los soldados que lo fueron a aprehender.
Igualmente existen otros fantásticos y fantasmagóricos episodios de mucho interés: tal el de la gualgura, una especie de gallina que junto con sus pollos se presenta durante las noches a quienes por su comportamiento son perseguidos por los espíritus y malas visiones. El animalejo los atrae a lugares sombríos, donde mora el diablo.
En otra línea, vale recordar la creencia de muchos campesinos litoralenses en el sentido de que si unta manteca de gavilán debajo de las alas de un gallo de pelea, este vencerá a su contendiente por muy fino y bravo que sea.
Asimismo, del gallinazo, al que si alguien que padece del molestoso orzuelo lo mira y guiña el ojo repetidamente, pronto estará curado. Y del popularísimo pájaro ollero u hornero, cuyo canto anuncia el cambio de hora del día.
Hagamos pues, una revisión de las leyendas y supersticiones con el protagonismo de las aves, y tendremos un material entretenido y extenso