Con impecable sonido, el artista  cantó con alegría, moviéndose por el escenario y saltando con su guitarra.

Cuatro horas duró la espera  para escuchar a Lenny Kravitz, el jueves pasado, en el Color Line Arena de Hamburgo, en un concierto que demostró la versatilidad del músico. Con cerveza y tabaco en la mano, miles de personas esperaban impacientes el comienzo del espectáculo, que fue el primero de la gira Baptism, en Alemania.

Aunque previsto para las 20h00,  el grupo Stereophonics se presentó con 50 minutos de atraso. El otro conjunto que abría el concierto (Maroon 5) no salió. La ansiedad del público por ver a Kravitz era evidente. En las graderías, las personas ni se movían de sus asientos y unas pocas aplaudían. En la zona VIP de la cancha –donde no había asientos– la situación no era muy diferente. Stereophonics tocó ocho temas y se retiró con aplausos no muy emocionados.

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Un telón negro cubrió todo el escenario. Pasaron cuarenta minutos sin que nada ocurriera y la impaciencia de la gente (de la cual gran parte estaba desde las 18h00 o antes) aumentaba. Algunos sentados y otros de pie, todos silbaban, aplaudían o gritaban el nombre del cantante. Cuarenta minutos después, las luces  se apagaron. Un grito de emoción atravesó el coliseo cuando se escucharon la batería y los primeros acordes de guitarra de Where are we runnin’?, sencillo del último disco.

Con impecable sonido (respaldado por una pared completa de amplificadores marca Fender dorados, en el fondo del escenario), Kravitz cantó con alegría, moviéndose por la tarima, saltando   con su guitarra.

Always on the run vino a continuación y el clásico tema tuvo muy  buen recibimiento.

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La espera había valido la pena.  Todos corearon juntos It ain’t over ‘til it’s over, que fue seguido por un nostálgico Again. “¡Hola, Hamburgo! ¡Estamos aquí para celebrar el amor!”, gritó antes de interpretar California, otro tema del disco Baptism, que promocionaba.

Dos grandes iniciales LK elaboradas con luces brillaban en el fondo. Hasta ese momento, Kravitz ya había cambiado tres veces de guitarra (dos eléctricas y una electroacústica), además de tocar el piano y el bajo, en distintas canciones. Aunque sin perder el estilo rock, un buen toque de funk (logrado con dos trompetas y un saxofón) mejoró temas ya conocidos.

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En vez de su clásico look afro, Kravitz lucía el cabello lacio. Agradeció al público por la espera antes del concierto e interpretó una tranquila Fields of Joy, seguida por una movida Dig in. “Hay temas que quisiera no tener que cantar, pero que no pueden evitarse porque siguen siendo muy válidos, especialmente con lo que está pasando hoy en día”, dijo a manera de crítica por las varias guerras que se desarrollan en el mundo.

Enseguida interpretó Fear, de su primer álbum. Con luces rojas de fondo, cuatro llamaradas de fuego daban un ambiente infernal al escenario cada vez que Lenny pronunciaba la palabra fear (miedo). “Vivimos con miedo”, dice la letra de la canción.

Parecía inagotable, pero no abandonó la escena en ningún momento. Dándole un descanso a Zoro, su nuevo baterista, Kravitz tocó la batería en un solo instrumental que duró cerca de diez minutos. Lo acompañó la pesada guitarra de Craig Ross. Hacia el final del tema, Zoro retomó la batería y demostró que reemplaza sin ningún problema a Cindy Blackman (anterior baterista del grupo). Lenny se bajó del escenario para saludar a los emocionados fanáticos.

Unos cinco minutos después (durante los cuales seguía sonando la instrumental) volvió a la tarima. “Tengo que agradecerles porque hoy verdaderamente me sentía enfermo. Ustedes me han motivado a salir y me siento muy bien”, dijo. En un gesto que causó muchos aplausos, Kravitz hizo una reverencia hacia el público, en señal de respeto.

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Desde ese momento, los asistentes no pararon de gritar. Todos cantaron al mismo tiempo Fly away, tema que le valió un Grammy en el 99. A los gritos se le sumaron fuegos artificiales de todos los colores en American woman, que aunque es un cover del grupo The Guess Who está siempre en su repertorio.

Si en Fly away todos cantaron, en Are you gonna go my way el estadio completo saltó. El final se acercaba. Dando las gracias (y exclamando “¡me tengo que ir!) salió del escenario y las luces se apagaron.

Todos aplaudían, nadie estaba dispuesto a irse. Cinco minutos después regresó junto con sus músicos. Con mucho entusiasmo interpretó I belong to you.

“Quiero que canten esta conmigo, recuerden que el amor vencerá”, dijo antes de interpretar Let love rule.

El tema duró quince minutos. Hacia el final del concierto, Kravitz se bajó del escenario. Dio media vuelta por el coliseo y cantó en medio del público.

Al regresar a la tarima invitó a un niño a subir al tablado, y juntos hicieron que todo el público moviera las manos mientras repetía una y otra vez Let love rule (deja que el amor mande). El niño se llevó de regalo el micrófono de Lenny, quien lo cargó por todo el escenario como broma, para luego dejarlo en su puesto.

Finalmente se despidió y terminó la canción en medio de una ovación. Habían pasado las 24h00 y, aunque cansados, todos consiguieron lo que habían venido a ver: un buen espectáculo.

Notas
El concierto se realizó en el Color Line Arena, de Hamburgo. Es un coliseo multiuso con capacidad para 15 mil personas.

Faltando una hora y media para el espectáculo, las entradas ya se revendían a casi el doble de su precio.

Por un boleto a VIP, cuyo costo real era 49 euros, pedían 85.

La presentación del grupo Maroon 5 (que debía abrir el concierto) se canceló por problemas de salud de uno de los integrantes, según anunciaron los organizadores.

El alcohol no solo era permitido, sino que se vendía dentro del coliseo. Vendedores ambulantes caminaban entre el público ofreciendo cerveza.

Buses llevaron al público desde la parada más cercana del tren hasta el coliseo.