Richard Lancelyn Green, el mayor experto mundial sobre Sherlock Holmes, murió el pasado 27 de marzo, en su lujoso piso londinense, en extrañas circunstancias, pero la justicia británica no acaba de aclarar un caso digno de la suspicacia del célebre detective.

El experto –escritor, millonario y apasionado coleccionista de objetos relacionados con el famoso investigador– fue encontrado postrado en su cama, con varios peluches y una botella de ginebra.

Alrededor de su cuello colgaba un cordón de zapato del que aún pendía una cuchara de madera, que se había utilizado para retorcer la cinta.

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El juez forense del barrio de Westminster, Paul Knapman, concluyó que Green probablemente se quitó la vida, aunque admitió que el estrangulamiento es un método doloroso de suicidio, por lo que el fallecimiento del millonario resultó “una muerte muy inusual”.

La policía de Scotland Yard dice que solo reabrirá el caso si emergen nuevas pruebas o pistas que, de haberlas descubierto Holmes, seguramente le habrían hecho exclamar aquello de “elemental, mi querido Watson”.