Entre los cientos de refranes presentes en el diálogo cotidiano de nuestra gente resalta aquel de carácter meteorológico “¡En abril, aguas mil!”, que este mes ha tomado plena vigencia por las continuas y copiosas lluvias en ciudades y campos de nuestra región y otros sectores del país.
Abuelos y padres solían repetirlo junto a otros llenos de amonestación y hasta picardía para respaldar sus enseñanzas en el hogar y la tertulia citadina. Hasta hace algunos años se cumplía casi al pie de la letra, pues la madre naturaleza, libre aún de achaques, daba paso a sus ‘inviernos’ con bastante exactitud, sin peligrosos estiajes o desastrosas inundaciones.
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Usado a través de centurias este conocido refrán comparte su sentencia con aquel que dice “Chongón oscuro, aguacero seguro”, que ratifica la intuición y conocimiento de nuestros mayores al advertir que cuando por los cerros de Chongón se observaban negros nubarrones era segura una precipitación pluvial.
Esperamos que ¡en abril, aguas mil! llegue no solo su carga de recuerdos, sino el precioso líquido en raciones oportunas para quien lo necesite. De ocurrir esto último, evitaremos importunar a San Pedro para que cierre las llaves del cielo o invocar hasta la exageración a San Isidro Labrador, pidiéndole que quite el agua y ponga el sol.
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El refranero popular, sentencioso y acertado en la mayoría de las ocasiones, además de orientar, educar, resaltar virtudes y defectos de seres humanos y animales, penetra incluso en el ámbito de la naturaleza para exaltar sus bondades y situaciones. En ‘abril, aguas mil’ no es la excepción de esta última consideración ni tampoco ‘si así llueve que no escampe’, ‘quien siembra vientos cosecha tempestades’ y ‘después de la tempestad viene la calma’.