En un sector popular que muestra vacíos de formación educativa, hay que cumplir con los días que manda la Ley para trabajar en las aulas.

Que no se inscriban como días laborados los que, desde abril, se manifiestan más como actos sociales con los discursos de rigor, que verdaderamente instructivos.

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En colegios fiscales se ha extendido la novedad de emplear una semana para adaptación.

Esos días no deben aceptarse como trabajados.

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Se carece de museos y de talleres necesitados de un conocimiento instructivo directo de los educandos como para que realicen el esfuerzo de adaptarse.

Los horarios deben cumplirse con la participación en clase.

La adaptación carece de un reparto del trabajo que deben desempeñar los educadores.

La supervisión que funciona con sistemas debilitados profundamente, dada la crisis, está obligada a controlar horarios y aquello que es el gasto oculto.

El que en colegios se obliga a hacer con pretextos que prohíbe la ley.