Gritos desesperados de personas que pedían ayuda, otras que corrían apresuradamente, restos humanos esparcidos entre gente herida, eso observó ayer la ecuatoriana María Orrala, de 45 años, durante los atentados que se produjeron en la estación ferroviaria de Atocha.

La compatriota, quien  emigró hace cuatro años a España, salió a las 06h30 de su casa para dirigirse a la estación y coger el tren que la llevaría al trabajo. Antes de que ella ingresara a la terminal es que ocurrió la explosión.

“Las líneas telefónicas se congestionaron, los informativos de televisión y radio pedían la donación de sangre, a cada momento se recibían noticias sobre los atentados. Las sirenas de ambulancias y de la carros de la Policía no dejaban de sonar”, relató la ecuatoriana en una entrevista telefónica a este Diario.

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Orrala aseveró que “en cada lugar se notaban rostros de preocupación, de gente que buscaba a familiares o amigos en los diferentes hospitales que estaban llenos”.

Señaló que por temor a nuevos atentados la mayoría de personas decidió tomar otro tipo de transporte o líneas ferroviarias alternas.

Debido a los problemas telefónicos, a las 18h00 de España (12h00 en Ecuador) pudo contactarse con su hija Zoila Salvador, quien vive en Guayaquil, para notificarle que se encontraba bien.