El autor argentino prefiere trasladar el tiempo y los lugares de sus novelas lo más lejos posible del momento de la escritura. Es autor, entre otras obras, de ‘El anatomista (1997), traducida a más de 30 idiomas, y El secreto de los flamencos’ (2002).
¿Qué tienen en común el placer femenino, un monstruo que se alimenta de semen y el secreto del color en estado puro? Obras ambientadas en otros tiempos, un gusto por el Renacimiento y los descubrimientos artísticos y científicos que se trasladan al mundo de la literatura, son motivos presentes en las tres novelas del escritor argentino Federico Andahazi.
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Su primera novela, El anatomista, supuso uno de los mayores escándalos literarios en Argentina. Al mismo tiempo que era finalista del premio Planeta, casa editorial europea que ha publicado toda la obra de Andahazi, la novela también recibió el primer premio de la fundación Amalia Lacroze de Fortabat, pero la entrega del galardón fue suspendida por exigencia de la presidenta de la entidad, la misma señora de Fortabat, una multimillonaria argentina con el argumento de que la obra premiada no contribuía a exaltar los valores “más elevados del espíritu humano”.
Lo que la señora Fortabat no pudo tolerar es el alto contenido erótico de esta novela en la que Mateo Colón, uno de los protagonistas, hace un descubrimiento solo analogable, según el narrador de la obra, al Descubrimiento de América. “Amor o placer de Venus”, es el nombre que nuestro anatomista en 1558 le da al clítoris. El resto de la historia se remonta a Venecia y a Mona Sofía, la puta más cotizada del Bordello del fauno rosso.
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Andahazi prefiere trasladar el tiempo y los lugares de sus novelas lo más lejos posible del momento de la escritura. Las piadosas, publicada en 1998 nos sitúa en 1816 en las inmediaciones de la villa Diodatti, una célebre mansión utilizada por Lord Byron, el poeta romántico inglés y un singular grupo de amigos entre los que se contaban Percy Shelley, Mary Shelly y John Polidori, su fiel médico y amigo. Aparentemente fue en este lugar en donde nacieron –como gérmenes por supuesto–, Frankenstein y el Vampiro.
La recreación de las sombras y el ambiente misterioso de las novelas góticas revive la historia de Anette Legrand, un personaje que espía a los habitantes de la villa Diodatti y que encierra un monstruoso secreto. La ficcionalización de este episodio que también ha llegado al cine con la película Haunted Summer, supone una doble realidad. En El secreto de los flamencos (2002) este escritor revive la lucha de los pintores del Renacimiento por alcanzar una utopía de la época, el color en estado puro. La rivalidad entre los artistas flamencos expertos con la intensidad y brillantez de los colores contrapuesta a la pericia de perspectiva de los florentinos está narrada a partir del curioso hallazgo del cadáver de Pietro della Chiesa, discípulo del maestro pintor Francesco Monterga.
El secreto de los flamencos constituye un tratado casi policial en donde aparece una historia de seducción de un curioso personaje femenino, Fátima Guimaraes, que se diluye por las incongruencias narrativas. No solo ella, a medida que avanza la historia el desciframiento de un antiguo manuscrito en donde está la fórmula del Oleum Pretiosum deja un descontento que cualquier lector acucioso identifica. Parecería que la historia se vuelve inverosímil, uno de los peores errores que puede cometer un escritor. Si el narrador no nos convence, se rompe la convención literaria. Los lectores nos distanciamos del mundo al que nos han llevado.