Las historias de este libro generan en los lectores una sensación que media entre la incertidumbre y el deleite.
Soñé que la escritora española Rosa Montero, vestida de blanco como una sacerdotisa o una diosa, con su acento españolísimo, me susurraba una especie de letanía: “nada es verdad, pero nada es mentira”.
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Aunque suene a inicio de cuento de Borges es cierto. Me pasó. Sin embargo, puede que ustedes no lo crean. O puede que sí, que lo crean y sea yo quien se está inventando todo.
Pero para leer hay que jugárselas. “Nada es verdad, pero nada es mentira”, dijo Rosa y estoy segura de que hablaba de su última obra, La loca de la casa, un libro cuyas palabras generan en los lectores una sensación entre la incertidumbre y el deleite. Lo primero por no saber si es verdad algo, todo, una partecita, de lo que allí se cuenta y lo segundo porque es un libro delicioso.
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La autora de La hija del caníbal ha dicho de esta creación suya dos cosas trascendentales. La primera, que es lo mejor que ha escrito en su vida. La segunda es que este libro es, entre otras cosas, una biografía de otros autores, una reflexión, una autobiografía (“pero con muchísimas mentiras, tantas que en realidad es una novela”). ¿Qué es entonces? “Es un juguete”, dice ella, “un libro juguetón”.
Ese aspecto lúdico del libro que presentó la autora el 19 de septiembre pasado en Guayaquil lo ratificamos hace poco algunos amigos y yo en una conversación sobre La loca de la casa.
“Lo del actor con el que se acostó la autora de joven es verdad”, dijo alguien. “Yo se lo pregunté a la propia Rosa Montero y me dijo que sí”. “No”, corrigió otra persona, “solo es verdad que se filmaba una película en España, el resto es cuento”. “Lo de los enanos en Alemania seguro que es inventado, es demasiado increíble”, aseguró alguien más (aunque la propia autora dijo que esa es una de las pocas verdades que incluyó en el libro).
“Y, según ustedes, ¿cuál de las versiones de la historia del actor es cierta?”, preguntó otro amigo, con lo que se desataron una serie de dimes y diretes de lo más divertido sobre lo que algunos creían que era cierto. La hermana gemela de Rosa Montero, tan verosímil ella en el libro, por ejemplo, no existe en la realidad.
Y así seguimos, nadie tenía ninguna certeza. ¡Qué divertido! La conversación fue larga, llena de carcajadas e infructuosa en cuanto a determinar la verdad. El libro juguete nos hizo la noche.
Lo que hace Rosa Montero en La loca de la casa es fusionar géneros, al incluir citas y anécdotas históricas con relatos de ficción que tienen un personaje femenino llamado Rosa Montero como protagonista.
Mentiras. Verdades. ¿Qué es la literatura sino una excelente, imaginativa, mentirosa que nos engaña como a niños? “La loca de la casa”, la imaginación, según las palabras de Santa Teresa, es una embustera adorable que sabe que la literatura es un juego que se efectúa en serio.
Rosa Montero también es una embustera brillante, una buena escritora, que consigue que nos sintonicemos con la idea de estar leyendo una autobiografía y, por lo tanto, cierta, hasta que, luego, al pasar las páginas, tenemos que decir “¿entonces lo anterior era mentira o esto es lo que es falso? Y así. Una se va metiendo en esta duda fabulosa.
“Nada es verdad, pero nada es mentira”, escuché de boca de Rosa Montero mientras dormía, pero no quieran saber si esta anécdota es real o me la he inventado gracias a la querida loca.