Piedras de moler revelaron el consumo de yuca, zapallo, achira, fruta de palma y otros vegetales.
Los valdivianos ya tenían una dieta variada en los años 2800 y 2400 antes de Cristo. Un reciente estudio paleobotánico presenta nuevas evidencias de microfósiles de maíz, yuca, guanábana y otras plantas adheridos a las piedras de moler que utilizaron en sus primeras etapas.
Publicidad
Bajo el lente de un microscopio aparecieron partes diminutas de ocho vegetales en los 17 trozos de utensilios con más de 4.000 años de antigüedad y que se utilizaron en la tercera fase de la cultura Valdivia.
El desarrollo de la técnica para extraer restos de las plantas de las piezas arqueológicas permitió que se realizaran nuevas investigaciones a los artefactos hallados hace 28 años en el sitio Real Alto –en la Península de Santa Elena– y que esos trozos de utensilios revelaran nuevos datos acerca de esta civilización. Esos fragmentos, que reposan en la Universidad de Illinois, fueron útiles porque se conservaron sin lavarse.
Publicidad
A cada una de las piezas se le aplicó químicos para extraer los sedimentos y de esas partículas se separaron los dos componentes que sirvieron para el análisis: fitolitos, que son pequeñas porciones de los vegetales, y granos de almidón, otro de los componentes.
“La técnica viene desarrollándose desde hace 25 años, pero con mucho mejoramiento a través del tiempo, el problema fue que no hubo estudios en distintas plantas, muchos investigadores están cogiendo muestras modernas, extrayendo fitolitos para compararlos con las muestras arqueológicas. Por ejemplo, nadie sabía qué tipo de fitolitos produce la yuca, recién han llegado a eso”, refiere James Zeidler, arqueólogo estadounidense que presentó esta semana, en Guayaquil, los resultados del estudio que realizó con su colega Deborah Pearsall. Ella estuvo a cargo del análisis arquioetnobotánico.
Precisamente, la presencia de yuca en la fase 3 de la cultura Valdivia es una revelación del nuevo análisis. De ese tubérculo “jamás habíamos tenido evidencia anteriormente”, dice Zeidler. Así como de la guanábana, confirmando la hipótesis de estudios anteriores.
“Los valdivianos seguramente consumirían la piña, la guanábana, la chirimoya, el aguacate, la ciruela y muchas otras (frutas)”, recoge el libro El Encanto de Valdivia, una publicación de 1999 de Occidental Exploration and Production Company.
El último estudio de Zeidler y Pearsall duró varios meses y se inició el año pasado, ante el cuestionamiento de otros investigadores sobre la presencia del maíz en épocas tempranas de la cultura Valdivia, como definían trabajos anteriores, donde se argumenta que el grano se introdujo de forma tardía, que sus huellas estaban en la fase 8 (entre los años 1800 y 1600 antes de Cristo) y que se usó en ceremonias.
Para confirmar la hipótesis de una agricultura valdiviana basada en la mazorca, Pearsall volvió a analizar los restos de Real Alto. Pero, en esta ocasión estudió los filositos del maíz, siete de las 17 muestras estudiadas contenían esos microfósiles; a diferencia de una investigación anterior, en la que se respaldó en las partes halladas en las hojas de la mazorca y en sedimentos sueltos en el suelo.
Los nuevos resultados más que confirmar la teoría inicial, aportan con pruebas de que los alimentos que ingerían los valdivianos eran más variados: malanga, yuca, achira, zapallo, fruta de palma, guanábana y zapote.
Estas evidencias refuerzan la interpretación que realizó el arqueólogo Douglas Ubelaker en 1984, al estudiar los restos óseos hallados en Real Alto. A partir de la fase 3, crece el número de caries dentales, lo que él considera que descubre el uso de harina blanca en la dieta, es decir, un consumo importante de maíz.
La expansión de la cultura en el asentamiento peninsular en unos 1.500 años, entre la fase 1 y 3, de una a doce hectáreas es para Zeidler otra confirmación de la variada alimentación, una economía mixta sustentada a más de la pesca, en la agricultura.
La cultura Valdivia, que data de hace 4.000 años aproximadamente, se ubicó en la Península de Santa Elena y fue descubierta en 1956 por el arqueólogo guayaquileño Víctor Emilio Estrada continúa dando elementos para seguir explorándola. (MTM)