Para formar una fina capa de suelo fértil, la naturaleza necesita entre 1.000 y 10.000 años.
En las cuencas de los ríos Guayas, Daule y Babahoyo se produce una gran sedimentación, aunque pocos se dan cuenta de que eso ocurre con mayor intensidad en los terrenos altos de la cuenca del río Babahoyo, en la ladera occidental de la cordillera de los Andes, por la erosión que recorre casi 6.000 metros de altura, desde el Chimborazo hasta el nivel del mar en Guayaquil.
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Por la pendiente de ese recorrido, el agua de lluvia que baja por la superficie hacia el río Babahoyo tiene una velocidad mayor. En la cuenca del Daule las pendientes son menores, ya que ese río se inicia en terrenos que no sobrepasan los 600 metros de altura.
Por ello el material producto de la erosión de los suelos es mayor en la cuenca del Babahoyo.
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Los materiales que forman los suelos contienen granos de arcillas, limos y arenas, que son desprendidos por la intensidad de las lluvias; especialmente en las zonas que no están defendidas por la vegetación. Este fenómeno natural es agravado por el hombre, cuando explota los bosques sin un programa de reforestación, cuando realiza prácticas de cultivos equivocadas o cuando hace obras públicas sin diseños adecuados.
Controlar la erosión
La erosión de los suelos es un problema mundial. En China se inició un proyecto para controlar la erosión en los orígenes de los dos mayores ríos del país, el Yangtse y el Amarillo, con un plan de reforestación que cubrirá en el año 2006 un 60% del área dañada (264.000 km²), es decir, diez veces más que la cuenca del Guayas.
Si se considera que para formar una fina capa de suelo fértil la naturaleza necesita entre 1.000 y 10.000 años, su recuperación es casi imposible. En cambio, la erosión en poco tiempo puede convertir un área fértil en desierto, con graves consecuencias ecológicas para la agricultura y la economía de un país.
La cuenca del Guayas mide cerca de 200 km de Guayaquil a Santo Domingo de los Colorados y tiene un ancho promedio de 150 km entre las cordilleras de la Costa y de los Andes. Sin considerar la zona de la cuenca baja, al sur de Guayaquil, encierra unos 30.000 km² o 3’000.000 de ha.
En un artículo de este Diario, publicado el 28 de junio del 2003, se comentó que el Ecuador pierde por hectárea, cada año, en la cuenca alta del río Guayas, donde se siembran cultivos de ciclo corto mecanizado, de 20 a 40 toneladas de suelo. Estimando un promedio de 3 toneladas por hectárea para toda la cuenca, tendremos que se erosiona un total anual de 9’000.000 de toneladas de material compuesto de gravas, arcillas, limos y arenas.
Estos materiales (grava, limo, arena) llegan a las quebradas que forman los ríos tributarios de las cuencas del Daule y el Babahoyo y en su ruta van depositando en sus propios cauces las gravas, que son más pesadas, en los sitios en que el agua tiene menor velocidad. Así se forman los meandros (curva de un río).
Por la construcción de una presa en la cuenca alta del río Daule, los materiales producto de la erosión quedan retenidos y se sedimentan dentro de la misma presa. Finalmente, los residuos más livianos (arcilla, limo y arena) llegarán al estuario del Golfo de Guayaquil y hasta el mar.
Bancos de sedimentación
El efecto de las mareas del mar provoca que en la zona baja los ríos cambien de dirección cada seis horas, aproximadamente. Durante estos cambios existen variaciones en la velocidad del agua, que llega a detenerse por un tiempo en la máxima de pleamar y en la mínima de bajamar.
Por otra parte, en algunas zonas se producen variaciones mayores a los 3 metros en el nivel de las aguas. Todo esto, más la forma de los cauces y sus diferentes secciones transversales, trae como consecuencia que los materiales sean transportados, en ambas direcciones, en algunos sitios con mayor velocidad que en otros, y que se vayan depositando o sedimentando donde existe menos velocidad; formando bancos que con el tiempo pueden convertirse en pequeñas o grandes islas.
Para evitar este grave problema, hay que iniciar y mantener un programa de forestación y reforestación que reduzca la erosión, pues estar eliminando la gran cantidad de toneladas de sedimentos costaría mucho, requeriría de grandes dragas y podría ser inútil en ciertas zonas del fondo del cauce que, una vez dragadas, podrían atrapar los materiales que se arrastran y se volverían a llenar. También se debe mantener libres los cauces más profundos, creando diques que orienten y guíen el flujo del agua, para que su velocidad sea mayor en ellos.
El solo dragado de los sedimentos no es la solución para los ríos, pero lo es para el área del Puerto de Guayaquil, si es frecuente.
Hay que tener en cuenta que los máximos niveles de la zona baja y del estuario se producen por el volumen de agua que entra del mar con las mareas altas, que detiene el flujo normal del agua que baja de los ríos y los empuja, aguas arriba, con mucha fuerza y velocidad, hasta que el ciclo de bajamar se reinicia.
Entonces se inundan los terrenos en las orillas que se encuentran a un nivel más bajo que la máxima marea.
Cuando el agua penetra en los sistemas de drenaje de las ciudades cercanas al río, las calles que también estén más bajas se inundarán hasta cuando se reinicie el ciclo de bajamar y se desfogue el agua en el tiempo que lo permita la capacidad de dichos sistemas, ya que el nivel del río baja casi medio metro por hora.
En el invierno y durante las épocas de los fenómenos de El Niño, el volumen de agua en toda la cuenca aumenta y el nivel del mar es mayor, suben aproximadamente 50 cm los niveles de las máximas mareas; eso no se podrá evitar dragando el río.
En el estero Salado, como su cuenca es pequeña y hay menor erosión del suelo, se justifica el dragado de su cauce para que sigan entrando al Puerto de Guayaquil las naves de mayor calado.