Uno de los mayores logros de la escultora es el premio Eugenio Espejo, que obtuvo en 1999.

Basta mirar sus manos para saber que le ha entregado a la escultura muchos años de  vida y  talento. Yela Loffredo ama el barro porque dice que  es parte de su ser, que se le ha adentrado a través de los poros, le ha captado sus emociones y angustias y las ha convertido en esculturas. 

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Loffredo es sinónimo de una tradición que se asocia con el barrio Las Peñas -sitio donde vive desde hace años-  y con el río Guayas, puesto que según ella, este río la ha llenado del ímpetu necesario para “hacer cultura”,  para trabajar “amasando y creando” y, sobre todo, le ha dado fuerzas para que su pasión y entrega se renueven con el paso de los años.

Desde siempre se sintió atraída por los volúmenes porque dice, “se puede jugar con ellos”. Después de casarse decidió estudiar escultura, motivada por Hans Michaelson, director de la Escuela de Bellas Artes de Hamburgo en esa época. Él la visitó durante una  celebración navideña y se dio cuenta de su talento, a través de unos adornos que ella  moldeó para su casa.

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Seguido a esto, Loffredo se inscribió en la Escuela de Bellas Artes y durante seis años estudió bajo la tutela de los maestros Alfredo Palacio, Theo Constante y Rafael Rivas Nevárez.

A lo largo de su vida artística hay un tema que se repite en su obra, que es el amor;  muestra de  eso es que sigue haciendo a los amantes de Yela, que además es una manera de evocar a su esposo, quien siempre le dio su apoyo incondicional y que según ella, “tenía una sensibilidad para todo lo que es arte”.

También puede decirse que el material en el que más le gusta trabajar es el bronce porque tiene una vida muy larga...  porque su perdurabilidad traspasa el tiempo de vida de un ser humano. 

Otro de los aspectos importantes de su vida, es que se dedica hace 50 años a trabajar por la cultura desde la Politécnica y que ganó el premio Eugenio Espejo en 1999.

Afirma que tiene meses más intensos que otros, con respecto a la producción. Señala que cuando empieza a trabajar en una obra la invade una ansiedad tremenda “que no me deja en paz, hasta ver terminada mi creación”, indica. Labora con frenesí, con pasión, incluso señala que pierde la noción del tiempo y del espacio y que no siente cansancio ni necesidad de comer ni dormir.

Por su arduo trabajo, Rosa Amelia Alvarado Roca, directora de la revista Hogar, hizo una selección de lo más representativo de su producción escultórica y de las joyas que ha elaborado y las plasmó en un libro que, en opinión de la artista, “se nota que está hecho con amor”.

Loffredo, quien asegura que “si no hubiese sido escultora, hubiese sido escultora –porque no puede imaginar otra opción para vivir que la llene más–”, se siente agradecida de este texto que, según afirma, es el mejor testimonio de su vida que queda para su ciudad,  su patria y para la gente que le ha demostrado su cariño y aprecio a través de sus años de trabajo.

DETALLES

LIBRO
Loffredo señala que su emoción, al enterarse que se estaba produciendo el libro, no fue definible con palabras.

PÚBLICO
Yela Loffredo indica que a ella no le importa que la gente guste o no de su trabajo,  puesto que esculpe porque necesita saciar su creatividad, de alguna manera.

SELECCIÓN
Rosa Amelia Alvarado se valió de una exposición que hizo Loffredo hace pocos meses en la Casona Universitaria para tomar las fotografías necesarias que integran el libro.

PRESENTACIÓN
La presentación del libro se realizará en la Urna Sur del Palacio de Cristal el martes próximo a las 19h00. El evento es gratuito.

MUESTRA
La Urna Sur  estará decorada con varias de las piezas que se encuentran plasmadas en el libro, además de tres piezas nuevas que esculpió Loffredo como una manera de agradecer lo que para ella representa este tomo.

AUSPICIO
La obra se efectuó con el auspicio del Banco de Guayaquil, imprenta Offset Abad, revista Hogar, Diners Club y Municipio de Guayaquil.