A lo largo de la historia de la sociedad guayaquileña, la característica más clara de percibir es su capitalismo activo expresado en la actitud de sus integrantes. De esta surge la importancia económica de la ciudad colonial que alcanza su máximo punto en el segundo tercio del siglo XVIII. Al ser la única que ofrecía oportunidades para prosperar, capta un auge poblacional que la convierte en el centro más poblado y rico de la Audiencia. Esto hace que la revolución del 9 de Octubre de 1820 tenga otras motivaciones y alcances. Otra dinámica y objetivos que conducen a la comunidad a buscar medios para construir una sociedad distinta. La ‘gloria octubrina’ es la primera de las transformaciones que nacieron en la Costa y de esta subieron a la Sierra. Verdadero acontecimiento histórico que rompe con el poder y dominio español. Y posibilita la apertura e inicio de la auténtica guerra de independencia que se cristaliza en Pichincha, Junín y Ayacucho. Como corolario de lo anterior, los guayaquileños, tradicionales cultores del autonomismo, el 16 de abril de 1827 asumirán el liderazgo costeño, en la resistencia al dominio despótico y centralista de Bolívar.
Un segundo paso que construye la nacionalidad ecuatoriana, es el 6 de marzo de 1845. Transformación nacionalista civilista y cívica, más conocida como la Segunda Independencia. La cual al oponerse a la vigencia de la Carta de Esclavitud, echa por tierra las aspiraciones de Juan José Flores de perpetuarse en el poder. Expulsa al militarismo extranjero entronizado en la administración pública, que en la más afrentosa depredación del erario y la dignidad nacional era el sostén político del gobierno floreano. Esta vez es Vicente Rocafuerte quien desencadena la reacción, afirmando que la nueva Constitución era un “monstruo político” creado con el propósito de “favorecer las aspiraciones de la avaricia y de la ambición del general Flores” para “trastornar las instituciones” y “facilitar el camino de la tiranía”.
Cuando se hizo pública la intención de Flores para establecer tronos en Bolivia y Perú. Y en el Ecuador un gobierno monárquico como recurso para perennizarse en el poder, surgió el genio liberal de Olmedo, para nuevamente guiar al país hacia la libertad y el honor.
Y el tercero es la Revolución Liberal iniciada por el gran manabita Eloy Alfaro Delgado. A partir de entonces, una amalgama de grupos sociales, liderados por él, sus tenientes, con el respaldo financiero de la sociedad costeña buscan cambiar la estructura social, injusta y discriminatoria del país y deciden la toma del poder. Los líderes políticos y empresarios protagonistas del proceso liberal de modernización obtuvieron de amplios sectores latifundistas costeños el apoyo económico y el recurso de las peonadas, las cuales bajo su mando, o de líderes montubios, formaron las célebres montoneras alfaristas cuyas acciones culminaron en Guayaquil el 5 de junio de 1895. La Revolución Liberal es el máximo evento político transformador de las estructuras económicas del país. Liquidó al Estado terrateniente y las trabas feudales que este ponía como obstáculo a su modernización. Y, desde la Costa, se abrió el camino a las revoluciones que paulatinamente afirmaron su mayor y mejor desarrollo capitalista. A finales del siglo XIX y principios del XX, el empresariado agrícola, comercial y bancario de Guayaquil, a fuerza de trabajo, imaginación y riesgo, alcanzó el control casi absoluto de la economía nacional.
Son tres hitos de enorme importancia nacional, como siempre, colocados desde abajo hacia arriba. Que aun resumidos en tan pocos párrafos, dejan constancia de lo fundamentales que fueron para transformar la sociedad ecuatoriana y evidencian ser el resultado del espíritu independiente, autonómico y de la adhesión al libre comercio y al desarrollo capitalista de los guayaquileños.