El escritor incursiona en el periodismo y el ensayo filosófico, aunque también ha escrito novela y teatro.

Lo que más seduce del  libro autobiográfico del escritor, filósofo y ensayista español Fernando Savater, titulado Mira por dónde, es la frescura, el humor y la sencillez con que cuenta su vida. Una conmovedora sencillez, que lleva al lector de la sonrisa a la complicidad, de la ternura al  entusiasmo y, finalmente, a la devota y declarada admiración.

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La persona que se embarque en la lectura de las 417 páginas que tiene la obra, publicada por editorial Taurus (en realidad son 391, porque las restantes están dedicadas a un anexo de fotografías del autor), intuirá, primero, y más tarde tendrá la certeza de la erudición de Savater, autor de más de 40 libros y uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX y del que comienza, pero jamás se sentirá apabullada por su sapiencia o por su lenguaje y menos por explicaciones o pasajes  difíciles.

En este volumen Savater prefiere la comunicación directa, la palabra ágil, el recuerdo alegre, la anécdota seductora. No habla de sus libros, ni de los cientos de páginas que escribió, ni de sus logros o de sus galardones.

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Habla del niño que fue, de sus miedos,  vergüenzas y  lecturas, de los cómics que lo sedujeron, de sus padres y hermanos, que fueron  sus aliados y  mejores amigos; de los juegos de infancia, de la adolescencia, de las urgencias amatorias, de su compromiso político, de la vida adulta, y siempre de sus personales convicciones.

El libro se divide en tres partes y cada una en pequeños capítulos, cortas historias narradas en primera persona y con sabroso desparpajo,  que van perfilando a Savater, cuyo nombre  verdadero  y completo es Fernando Fernández-Savater Martín.

Cuenta que adoptó el apellido Savater porque de ese modo conocían a su padre, un notario bastante mayor que más que padre parecía abuelo, según sus palabras. Su madre era más joven, casi 20 años menor que el padre, y fue quien introdujo en el futuro escritor el gusto por la lectura y la palabra.

Escuchando la voz de su madre, que le leía cuentos, Savater, quien nació en 1947 (ahora tiene 56 años), descubrió la sonoridad del lenguaje, la magia de los sonidos, y aprendió línea a línea, casi de memoria, todas las narraciones. De este modo, cuando un visitante llegaba a su   casa,  lo impresionaba haciéndole creer que pese a sus pocos  años ya  sabía leer. Y en la representación de la broma, de la hermosa travesura  infantil,   aprendió  a leer.

Más tarde, casi al dejar la infancia e ingresar  a la adolescencia, descubrió que sabía redactar. Que dominaba la escritura sin mayor esfuerzo, que las palabras le brotaban con naturalidad,    y tuvo la certeza, entonces, que este y no otro era su territorio.

Escribiendo y leyendo era donde este niño miope, de mirada estrábica y orejas grandes, encontraba terreno firme.  Supo que de esa forma ganaba cierta  notoriedad, prestigio y afectos, aunque también   desafectos.

Y después llegaron la vida adulta, las reflexiones, el compromiso político, el éxito, las conferencias y los viajes. Pero nunca el aburrimiento ni la solemnidad. “No refiero toda la verdad, pero creo que lo que digo es bastante verdadero siempre”, dice casi al final del libro, que lleva el subtítulo de ‘autobiografía razonada’. (CM)