El escritor peruano ganó en el 2002 el Premio Planeta de novela por su libro El huerto de mi amada.

Dicen que es maniático del orden. Y también de la puntualidad. A las 11h30 llega a la sala de prensa del Aula de Cultura de la Caja de  Ahorro del Mediterráneo de Alicante , para hablar de la ironía. En el ambiente se palpa expectativa y respeto por el ganador del Premio Planeta 2002 con la obra El huerto de mi amada.

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Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) mira de forma insistente a  los fotógrafos que le piden posar, no hay otro gesto en su rostro,  tampoco una palabra, solo mira por encima de sus gafas de gruesos espejuelos. Hay algo en él que conmueve. Tras la sesión de fotos, el escritor se acomoda en una silla instalada frente a una mesa en forma de herradura irregular. Empiezan las preguntas, y las respuestas dejan claro que la memoria es vital en su obra;  el humor, la ironía, la nostalgia, la ternura son sus sellos.

Dice que se siente heredero de Miguel de Cervantes porque nunca se burla de quien le duele. Lo tiene claro: “La ironía implica observar y reírse de uno mismo y no hacer escarnio”.

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Al término de la rueda de prensa, el autor de Un mundo para Julius  entrega unos minutos a Diario EL UNIVERSO.

Pregunta: ¿La realidad le sigue produciendo angustia, miedo, aburrimiento?
Respuesta: Me produce temor, inquietud; uno no puede ser insensible a las cosas que observa cuando camina por la calle.

P: ¿Y el humor es su paraguas para guarecerse de esa suerte de amargura?
R: El humor dicen que hace que duela menos.

P: ¿Y de dónde le llega ese humor?
R: Por muchas fuentes. Por la literatura picaresca, por mi familia. Y es espontáneo, gratuito, se da solo y no tiene una finalidad.
P:  ¿En cuál género se siente más nostálgico?
R: En la novela.

P: ¿Desde la tristeza se observa más que desde la alegría?
R: Imagínese que una persona que acaba de meter un gol no observa nada, lo grita, lo aplaude; pero al que le han metido el gol se queda mirando todo claramente.

P: ¿Por qué los fracasos sentimentales son una constante en sus obras? La amigdalitis de Tarzán y El huerto de mi amada son dos ejemplos.
R: No creo que La amigdalitis de Tarzán sea un fracaso sentimental,  creo que en el fondo es el triunfo de la amistad; los protagonistas no pudieron ser una pareja pero terminaron siendo hermanos, íntimos amigos hasta el último aliento. En El huerto de mi amada también hay un canto al amor, esa mujer que se niega a envejecer delante de él y todo lo que hace es por amor;  ahí sí es muy  dramático.

P: Con su aguda visión de lo real, ¿cómo mira América Latina?
R: Tengo una ilusión con Brasil porque hay un gobierno con sensibilidad para los problemas más urgentes, confío en la originalidad de Lula da Silva. Lo de Argentina es patético: cómo un individuo como Carlos Menem tiene expectativa de ser presidente... Argentina tiene una enfermedad nacional. Chile es un país sólido a pesar de la crisis  de la región. Y Perú, con el crecimiento macroeconómico más alto de la región gracias a dos minas que pertenecen a empresas extranjeras, sigue sin encontrar el camino.

P: ¿No tiene la impresión de que la desesperanza avanza?
R: Es necesario y urgente acabar con los líderes caducos que rompieron América Latina y eso solo se puede lograr con una gran reflexión y una madurez colectiva, si la gente está apoyando a Carlos Menem, pues yo no sé qué quiere el pueblo argentino, acaso suicidarse... Tenemos que cambiar porque las cifras retroceden en educación, coeficiente intelectual. No hay fórmulas mágicas, solo la capacidad de la gente.

P: ¿Le estorba la realidad a la hora de escribir o necesita documentarse para empezar un nuevo proyecto?
R: No soy persona que recurra a la realidad para escribir, me gusta más encontrarme con las cosas, descubrirlas, inventarlas antes que retratarlas.

P: Usted escapa del éxito, ¿qué es el éxito?
R: Cuento las horas para que se decida un nuevo ganador del Premio Planeta y se olviden de mí... uno escribe para que lo quieran más y por tanto para que lo lean más. ¿Éxito? El éxito es haber entrado un día en un supermercado en Lima y por el altavoz escuchar decir que acaba de hacer su ingreso el escritor Alfredo Vargas García, autor de Los perros de Macondo... Eso es el éxito.
Su mirada triste se tiñe de una pizca de picardía. Por fin sonríe y queda claro que la “ironía es la sonrisa de la razón”.