La función está por comenzar. De una caja semejante a un sarcófago, de un metro de largo, emerge un muñeco, un títere de cejas tupidas, ojos bien abiertos y sonrisa contagiosa.
– ¿Se acuerdan de mí? Claro que sí, soy Don Cheto, el rey de la diversión. ...Pero no he venido solo, conmigo está Súlliman, el gran mago y ventrílocuo.
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Vestido de saco y corbata, Don Cheto, picaresco y enamorador, no aparenta los 50 años que lleva de trabajo junto a Alejandro Emilio Izquierdo, conocido a los 11 años como el Niño Mago y desde los 14 como Súlliman, el ventrílocuo.
La afición de Alejandro Izquierdo (de 61 años) por la magia nació después de presenciar la actuación de un mago extranjero.
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El Niño Mago, cuando tenía 14 años y realizaba una gira de presentaciones en ciudades de varias provincias del país se convirtió en Súlliman, como lo llamaron en la Compañía de Teatro de Jorge Velasco, que en aquella época (alrededor de 1953) lo auspiciaba.
Después, en 1964, Súlliman protagonizó ‘Ronda Infantil’, un programa que se transmitía por Canal 4 (hoy Telesistema) de lunes a viernes a las 17h30.
Pero ahí faltaba un payasito, como él mismo dice, y Alejandro Izquierdo dio vida a Tilín, un personaje que aparecía dos veces por semana.
Súlliman se ganó la simpatía del público, especialmente el infantil. Las presentaciones en Perú, Guatemala, Colombia, México y Estados Unidos lo alejaron de Ecuador por varios años, en los que incluso compartió una gira con el fallecido humorista Leopoldo Fernández, Tres Patines.
Los viajes lo separaron de ‘Ronda Infantil’, que se disolvió tras seis años de difusión.
Actualmente Súlliman, de 61 años, sigue las presentaciones en fiestas infantiles privadas.
Don Cheto muestra la misma vitalidad que hace 50 años y mantiene la picardía y los gestos enamoradores de aquella época, pero ahora tiene unas arrugas que Súlliman ha dibujado en su rostro.
En entrevistas publicadas sobre el ventrílocuo hace 30 años, él mencionó: “Don Cheto es el jefe de mi hogar, porque mantiene la casa y educa a mis hijos con lo que pagan por sus actuaciones, y es mi deseo que el día que yo muera pase a un museo”.
“Él me da las respuestas que a veces no logro hallar en mí mismo”, dice al referirse a su relación casi de amistad con el muñeco.
Todavía sostiene que Don Cheto mantiene su hogar, pero ya no quiere donarlo a algún museo tras su muerte.
Desea que lo acompañe en su tumba para seguir juntos, como amigos, hasta el final de la función, cuando terminan los aplausos.