Los conflictos bélicos han generado algunas de las mejores novelas del siglo XX. En Vietnam, Hiroshima, Nicaragua, las letras narran el horror de la guerra.
Desde “Mambrú se fue a la guerra qué dolor, qué dolor, qué pena”, compuesta por soldados franceses en el siglo XVIII, hasta los versos del último libro del poeta español Antonio Gala: “Bagdad ya no es Bagdad, sólo tú y yo. En el lecho, la batalla del amor nos une, nos separa, nos confunde... ni un disparo se escucha, ni un lamento...”; la literatura recoge, de la misma manera con la que escribe el amor, la infancia, la soledad y el tiempo, el peso insoportable de la guerra en la existencia humana.
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Con palabras que valen más que mil imágenes, grandes escritores del siglo XX han hecho de las guerras un motivo para hacer literatura o de la literatura un motivo para contar las guerras.
“Hiroshima soy yo”
La narración de los efectos del bombardeo norteamericano a la ciudad japonesa de Hiroshima desde la mirada dolida de una francesa es tan devastadora como la bomba en la novela de Marguerite Duras Hiroshima mon amour.
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La novela, largo diálogo entre dos amantes que viven una relación marcada por los traumas del pasado, es un testimonio literario de las atrocidades de la guerra y la imposibilidad del ser humano de ser feliz después de haber sido transformado por la masacre.
“Ella: Las mujeres corren peligro de dar a luz niños deformes, monstruos, pero todo sigue. Los hombres corren el peligro de verse atacados de esterilidad, pero todo sigue...”
“Él: Te lo has inventado todo”.
“Ella:... Oye... Sé más. Esto se repetirá.
Doscientos mil muertos. Ochenta mil heridos. En nueve segundos. Estas cifras son oficiales. Aquello se repetirá”.
Adiós a la paz
La guerra en la obra de Ernest Hemingway, uno de los más importantes escritores norteamericanos, no solamente es uno de sus principales temas; su propia vida, más fantástica para algunos que sus propios libros, estuvo marcada por los conflictos bélicos.
El autor de El viejo y el mar luchó y fue herido en Italia durante la Primera Guerra Mundial y trabajó como corresponsal de guerra durante la Segunda y la Guerra Civil Española, por eso es que en Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas y Hombres en guerra los personajes de Hemingway están atravesados por la angustia de una guerra que aunque acaba sigue torturando el presente y las relaciones amorosas que entablan siempre terminan en pérdida y sufrimiento.
Adiós a las armas se desarrolla en un mundo trastornado por la guerra, pero en el que la ternura le gana al odio. El héroe desertor de Hemingway deja el campo de batalla para estar con la mujer que ama.
Un inglés en Vietnam
Cuando alguien escribe sobre una guerra y más aún, crea personajes que son símbolos de las ideologías que las producen o las acaban, transforma el frío hecho histórico en una tragedia cercana.
El americano impasible es una obra imposible de olvidar como la propia guerra de Vietnam. Graham Greene, el escritor inglés, desarrolla su novela en un tiempo de espías, amores desesperados, destrucción, napalm y preguntas sin respuestas.
Greene es excepcional para reflejar el horror de los tiempos bélicos, esa locura que altera las nociones de amor, moral y conciencia de los seres humanos.
El americano impasible es un ejemplo de lo que la literatura puede decir a gritos sin levantar la voz siquiera.
Algo más que una estepa verde
Ubicada en la Centroamérica de los 70, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, de Omar Cabezas, es un testimonio conmovedor sobre la Nicaragua caótica de la dictadura de Somoza.
Puede que algún lector que se acerque a ella buscando la historia de Centroamérica no comparta la ideología de Cabezas, pero nadie es impasible ante su historia muy latinoamericana: adolorida, pero luminosa.
El manejo del tema de la muerte, fantasma que siempre está presente en la literatura bélica, es en el libro de Cabezas un deseo en nombre de la libertad.
La idea es ser como el Che Guevara y “morir de pie”. El testimonio personal del enfrentamiento sanguinario de Nicaragua que recoge La montaña es algo más que una inmensa estepa verde es la voz de una ideología y un tiempo en el que lo primordial era luchar por mantener los ideales intactos.
“Amanecí con ganas de combatir, con ganas de probarme yo mismo contra el enemigo... Es decir, amanecí con ganas de vivir para morirme y con ganas de morir para vivir”.
Es verdad lo que dice la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi: “No hay guerras con poesía”, pero la literatura ha descrito la atrocidad de los conflictos con palabras únicas y memorables.
La literatura también parece exclamar: “Qué dolor, qué dolor, qué pena”.
LETRAS SOBRE IRAQ
Escritores del mundo entero han sumado sus voces a las de los manifestantes en contra de la guerra.
"Es terrible lo que hizo Bush y la voz que trate de oponerse a ello, desde la izquierda, la derecha o el centro, es el corazón de la humanidad, que está compungido por esta guerra intolerable”.
Carlos Fuentes
“Hay que hacer un enorme esfuerzo de racionalidad e impedir por todos los medios que esta guerra siga causando estos estragos que pueden durar muchísimo más que la cicatrización de las heridas del propio pueblo iraquí”.
Mario Vargas Llosa
“Los peores crímenes se cometen siempre en nombre de Dios. El lenguaje de Bush se parece al de Usama Ben Laden. Ambos toman a Dios como rehén”.
Günter Grass
“Vamos a luchar con el corazón y el cerebro, con la voluntad y la ilusión. Sabemos que los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Ellos (no necesito ahora decir sus nombres) han elegido lo peor, nosotros hemos elegido lo mejor.
José Saramago
“Cierto antiamericanismo francés latente empieza a dejarse oír en voz más alta y en Estados Unidos vuelve a estar de moda el apodo de comedores de ranas con que antaño se designaba a los franceses”.
Umberto Eco