Los capitalinos buscan adaptarse a las circunstancias en medio de la erupción del Reventador.

Hoy y mañana, desde las 08h00 y hasta que Quito quede limpia, se realizará la minga para retirar la ceniza que arrojó, desde el domingo pasado, el volcán Reventador en la Capital y sus valles.
La jornada la organizó el Municipio del Distrito Metropolitano.

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En ella participarán 3.000 soldados, 700 policías, 8.000 estudiantes de la Escuela Politécnica del Ejército, todas las unidades de la Cruz Roja Ecuatoriana y el Cuerpo de Bomberos.

También ayudarán funcionarios y empleados de los ministerios, profesores, estudiantes y padres de familia de escuelas y colegios; dirigentes y deportistas.

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El Cabildo invitó a que se unan todos los ciudadanos.

Dos serán las tareas en esta minga: limpieza de patios, aceras, calles, parques, plazas, locales escolares y deportivos, y el traslado de la ceniza a los botaderos municipales.

Mientras tanto, la Dirección de Aviación Civil (DAC) ratificó como fecha tentativa para la reapertura del aeropuerto Mariscal Sucre, mañana a las 12h45, siempre que no se presenten nuevas emisiones de ceniza que afecten a la ciudad Capital.

Ceniza cambia los hábitos

Menos amigos y más bancas vacías es lo que encuentran los jubilados que frecuentan la Plaza Grande, en pleno centro histórico de la Capital. Es que los hábitos de muchos quiteños, como los ancianos, han cambiado con la presencia de la ceniza proveniente del volcán Reventador.

Manuel Calderón y César Garrido, dos amigos entrañables y ex militares retirados, se encontraron la mañana de ayer luego de cinco días; normalmente lo hacen tres veces por semana.

Ayer, el grupo de compañeros no apareció por la mañana. “La ceniza ha postergado los encuentros; como mayores tenemos que cuidarnos un poco más del polvo”, dice Manuel, de 84 años, al pie del monumento a la Independencia, mientras apurado guarda la mascarilla para hablar y escuchar mejor.

César, de 78 años, tiene la esperanza de que el ambiente se limpie, finalmente, y que la ceniza desaparezca. “Imagínese, la soledad aumenta, tenemos que estar más tiempo en la casa y no podemos ver a las quiteñas bonitas en la plaza”, expresa con una sonrisa pícara y, al mismo tiempo, levanta su mirada para ubicar sin suerte a otros “camaradas”.

Para Luis Guamán, de 8 años, un betunero que se gana la vida en la calle, el polvo volcánico también ha generado un cambio. “Antes limpiaba zapatos a unas 20 personas en el día, en lo que va de la mañana solo he hecho cuatro”, dice, tomando con las manos pintadas su pequeño cajón.

La gente prefiere, según el pequeño trabajador, caminar con los zapatos sucios porque aunque los limpie, el polvo volcánico que se esparce aún por el ambiente, los ensuciará en segundos.

En los supermercados de la ciudad, también se comprueba una modificación de hábitos al momento de comprar. “Se ha triplicado la venta de escobas, alimentos enlatados, agua y otros”, cuenta Andrés Iles, uno de los empleados de la cadena Santa María.

La hora de venta ya no es la misma. Antes era en la tarde y noche; ahora es la mañana y parte de la tarde. “Obedece al cambio de horario de trabajo”, explica el administrador, Cristian Villegas.

Los taxistas, al igual que ciertos comerciantes, se han beneficiado del comportamiento de los quiteños en las actuales circunstancias. “Las carreras son más largas; las empresas contratan recorridos; casi se ha duplicado el servicio”, cuenta José Hidalgo, de la empresa Taxi Amigo.