A sus 93 años, gran parte de ellos dedicado a la literatura, el periodismo y la jurisprudencia, Ángel Felicísimo Rojas se confiesa satisfecho por lo que ha aportado al país. Dice que la investidura de Doctor Honoris Causa que la Universidad de Guayaquil le entregará hoy, no solo lo enorgullece sino que le brinda la oportunidad de recordar el camino andado.

Este lojano explica que con Guayaquil fue “un amor a primera vista”, pues luego de una visita en 1930 optó por regresar para radicarse definitivamente desde 1934. Aquí se incorporó a la actividad literaria y cultural, por ello su producción se ubica en la generación del 30, cuando tuvo la oportunidad de intercambiar opiniones con los ilustres José de la Cuadra, Enrique Gil, Demetrio Aguilera, Joaquín Gallegos y Alfredo Pareja, que en esa época vivía en Estados Unidos, entre otros.

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A Pepe de la Cuadra lo recuerda con especial afecto, pues en su oficina comenzó a trabajar como profesional del derecho; en cambio, con Gallegos Lara no congeniaba mucho, porque Joaco era comunista puro y no aceptaba que compañeros contradigan su criterio político.

En cuanto al valor de la Generación del 30 y, en especial del Grupo de Guayaquil, sostiene rompió los cánones e inició un tipo de literatura realista, con su carga de palabras duras, un diálogo ágil e interpretación despiadada de la realidad. Eso cambió lo discreto, convencional y tímido que mantenía el texto literario de esos años.

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Rojas resalta la obra de Pablo Palacio, que fue anterior al grupo guayaquileño; igualmente trae a la memoria a los hermanos José y Alfredo Mora Reyes y Manuel Agustín Aguirre, sus compañeros de banca en el Bernardo Valdivieso y Universidad de Loja.

Además, tiene frases de admiración por la trayectoria del maestro Alfredo Pérez Guerrero y de Agustín Cueva, verdadero fundador de la sociología en el país. Asegura que no ha querido escribir sus memorias; afirma que ha hecho  lo que se impuso y que no está arrepentido de lo que escribió y publicó. Si tuviera un poco más de tiempo por delante, concluiría sus obras a medio trabajar.

Entre serio y sonreído expresa que si la cátedra permitiera vivir decorosamente no hubiera ejercido la profesión de abogado y habría puesto más tiempo en las faenas literarias. Manifiesta su agradecimiento a la Universidad de Guayaquil por el reconocimiento que le brinda y añora su paso por las aulas de ese centro donde enseñó varias décadas.

Allí tuvo alumnos brillantes como Carlos Julio Arosemena Monroy, Jaime y León Roldós Aguilera y otros tantos que desempeñaron y desempeñan altos cargos en nuestro medio, recuerda. Aunque le gusta la poesía nunca tuvo condiciones para escribirla como hubiera deseado; la música es otra de sus pasiones, pero solo la escucha porque le faltó vocación  para cultivarla.

 Lee y relee Don Quijote, de Cervantes y La montaña mágica de Thomas Mann; y siempre tiene a la mano los grandes clásicos de la literatura latinoamericana.

HOJAS

Ángel  Felicísimo Rojas recibirá el Doctorado Honoris Causa hoy, a las 12h00, en el paraninfo Simón Bolívar de la Casona Universitaria (en Chile 900 y Chiriboga).

La lectura del acuerdo otorgado por el Consejo Universitario de la Universidad de Guayaquil la realizará Roberto Idrovo Baquerizo, secretario general de la institución.

El alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot Saadi, entregará las llaves de la ciudad al reconocido escritor. Rojas es autor de obras tales como El éxodo de Yangana, El idilio bobo, entre otras.