Othón Chávez dirigió ayer la obra Q.E.P.D. Él la condujo también en su estreno original, en 1969.
Las palabras más emotivas de la noche las pronunció la cantante Beatriz Gil. Después de interpretar Alfonsina y el mar, acompañada al piano por David Medrano, comentó que al dramaturgo José Martínez Queirolo (Pipo) lo conocía desde chiquita. Formaba parte del grupo de amigos de su madre, la soprano Beatriz Parra, y para ella verlo en reuniones o en presentaciones artísticas le resultaba cotidiano.
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Refirió que era una pena enterarse de que “alguien que una quiere tanto está enfermo”. Y seguidamente le dedicó Honrar la vida. Pipo no pudo escuchar esa canción, ni las otras que interpretó la artista. Su precaria salud le impidió estar presente en el homenaje que un grupo de amigos le tributó la noche del pasado martes en el Teatro Experimental del Centro de Arte.
Pero estuvieron allí su voz y su obra. Rosa Amelia Alvarado, una de las organizadoras del acto, presentó el programa y leyó unas palabras escritas por el dramaturgo, ganador, el año pasado, del Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo. “Conocer y sentir el afecto de los amigos es el mejor tesoro que puede recibir un ser humano”, decía el texto enviado por Pipo.
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El pianista Alejandro Ormaza inició la velada con una obra de Beethoven. Le siguió la soprano Beatriz Parra Durango, quien interpretó, acompañada de la pianista Katherine Kazarian, temas de Manuel de Falla y Joaquín Turina. Un ligero cambio de utilería (se incorporaron dos micrófonos) preparó el escenario para recibir a otra artista: Beatriz Gil.
La intérprete conmovió corazones con su palabra emotiva y llevó al público de la nostalgia a la alegría con una selección de canciones de Latinoamérica, que incluyó desde Gracias a la vida hasta una popurrí de valses que popularizó Julio Jaramillo.
La segunda parte del homenaje fue para el teatro. Para que el público disfrutara de una de las obras más representativas de José Martínez Queirolo y de la dramaturgia ecuatoriana: Q.E.P.D. Los protagonistas fueron Martha Ontaneda y Antonio Aguirre. Personificaron a dos muertos adinerados que desde sus ataúdes observaban el ritual de su sepelio. Los dirigió Othón Chávez Pazmiño, quien en 1969, bajo el seudónimo de Miguel Sarrazín, condujo el estreno de esta exitosa pieza, que paradójicamente en esa época nadie quería representar.
Es una obra corta, que necesita solamente dos actores. No tiene movimiento. Los protagonistas permanecen estáticos. Sin embargo, posee una gran fuerza comunicativa, que está en el texto, en la intención con que los intérpretes pronuncian cada palabra. Una palabra mordaz, aguda, de un humor que no se desborda, ni cae en lo grotesco, pese a que bordea el límite de la irreverencia, el absurdo y lo fantástico.
Cuando terminó la función, Ontaneda y Aguirre pidieron que el director los acompañara en el escenario. “Los felicito por haber venido. Este es Martínez Queirolo”, dijo Chávez. En ese momento una voz solicitó un aplauso para el dramaturgo. La sala se llenó de palmas. De sonidos que significaban “gracias Pipo”.
Escenas
FLORES. Beatriz Parra, Beatriz Gil y Martha Ontaneda recibieron flores luego de sus actuaciones.
PÚBLICO. Entre el público que asistió al homenaje estuvieron Bernard Fougéres y su esposa, Evelina Cucalón; Jenny Estrada, Gerard Raad y Jorge Swett.
COMITÉ. Las organizadoras del acto fueron Rosa Amelia Alvarado Roca, Melania Mora de Hadatty, Yela Loffredo de Klein, Josefina Egas, Beatriz Parra, entre otras.
NERVIOS. La cantante Beatriz Gil confesó que cada vez que actúa siente nervios. “Me da miedo”, dijo.
OBRAS. Entre las principales piezas de Martínez Queirolo están, a más de Q.E.P.D, La casa del qué dirán, Las faltas justificadas, El baratillo de la sinceridad y La dama meona.