Camino las calles de Puerto Ayora un sábado 2 de diciembre de 2023. Empiezo en el extremo este de la avenida Charles Darwin, justamente en las instalaciones de la Estación Científica Charles Darwin. La biblioteca sigue siendo la misma donde yo recibiera mi curso de guías en 1992. Desciendo hasta la playa de “Biomar”, donde me reciben las usuales iguanas marinas entre lava y montes salados. El viejo comedor de antaño se ha transformado en una moderna construcción. Lo nuevo, lo viejo, lo perenne, y Galápagos, todavía, ejemplo para el mundo.

El trabajo de la Fundación Darwin continúa, como desde sus inicios, dedicado a la ciencia, apoyando y asesorando las acciones de manejo del Parque Nacional Galápagos. Ahora existen otras organizaciones no gubernamentales que favorecen la conservación en las islas. Pero el parque nacional y la fundación (que financia la estación) nacieron de la mano, en 1959. Yo recorro con nostalgia la antigua calle que conecta sus instalaciones, como cuando hiciera mi curso hace más de treinta años.

Los problemas son distintos ahora, a la vez que se han resuelto muchos. El mundo cambia, como cambiamos las personas, y Puerto Ayora se transforma. Continúo mi camino por la avenida Charles Darwin. Ya no es de escoria roja, sino de geométricos adoquines. Abundan restaurantes de comida internacional. La capitanía sigue inamovible: un bloque insípido de espacios descuidados, que oculta la escasa vista al mar de la que podría disfrutar el pueblo. Las calles están llenas de gente, carros, motos, y escúteres eléctricos. Puerto Ayora luce caótico en la periferia de las vías principales; creció rápido y sin control urbanístico. Llego hasta el colegio San Francisco, donde decenas de personas esperan ansiosas en la calle, miran por las rejillas del portón, comentan nerviosas. Voy reconociendo caras. Compañeros guías, pangueros, timoneles, contramaestres, capitanes de los barcos en que trabajo, vecinos de barrio, gente en cargos públicos, carpinteros, pescadores. Sus hijos e hijas llevan horas haciendo el examen de ingreso para el curso de guías de Galápagos 2024. En Santa Cruz se han presentado 272 jóvenes, 116 en San Cristóbal y 54 en Isabela. Se calcula que solo se asignarán 150 cupos para acceder al curso.

La Dirección del Parque Nacional invita a las universidades del país a que compitan y presenten propuestas para impartir el curso de guías. La ganadora fue la Universidad San Francisco de Quito. El último se dictó en 2017-2018, así que el número de aspirantes es bastante elevado. Para inscribirse al examen debían cumplir varios requisitos, uno de ellos ser residente permanente de las Galápagos.

A muchos los he visto crecer. Han venido a los barcos junto con sus padres, guías o tripulantes; conocen las islas, han madurado entre sus bondades y con sus carencias. ¡Y se han preparado! Varios tienen tercer nivel de estudios en universidades nacionales y extranjeras, hablan diversos idiomas, saben relacionarse con las personas y practican deportes de mar, que los conectan aún más con las Encantadas.

Yo me siento orgullosa, como si cada uno fuera también familiar mío, y quisiera que cada uno pasara el examen, porque he visto cómo sus padres y madres han trabajado duro, muchas veces lejos de casa, para darles la mejor educación posible.

¡Ojalá pudieran ingresar todos!, para convertirse en guardianes y grandes embajadores de las islas Galápagos. Ahora les toca a ellos. Son mi esperanza en el 2024.