Por mucho tiempo el olor a amoníaco y blanqueador en los baños y cocinas de los hogares era la inequívoca señal de una casa recién aseada.

Hay quienes consideran que por más limpia que esté la casa, si no tiene un aroma refrescante, no cuenta.

Incluso varios estudios se han dedicado a determinar la influencia de los olores que hay en el ambiente, en las personas, algo similar al efecto psicológico que tienen los colores.

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De 3.331 productos de limpieza que se lanzaron al mercado de Estados Unidos en un determinado año, 93% tenían un aroma, según la firma de investigación Mintel International.

Se destaca que la percepción del olor puede ser muy similar a otros sentidos como el de la vista. Con esa premisa comparan frases como “la primera impresión es lo que cuenta”, con la del “primer olor”, es decir que la primera fragancia que se percibe puede resultar muy informativa para la persona.

Sin embargo, es importante destacar que las preferencias de los olores en la relación lugar-producto-servicio están muy arraigadas.

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Esto es, que una persona prefiere un olor determinado en un lugar determinado, pues les puede resultar desagradable percibir en su habitación la misma fragancia que la del baño, o la del patio.

Así mismo, en cuanto a productos, por ejemplo el cloro, el olor que desprenda el líquido, por más fragancia o perfume que tenga, debe tener un grado de cloro, pues la persona lo puede relacionar con su efectividad al lavar la ropa, etc.

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La mejor calidad

Así como la fragancia es importante para las personas, es imposible separar la efectividad o calidad que debe tener el producto a la hora de ser empleado.

En la cocina se pueden utilizar varios productos de limpieza, como para lavar los platos, asear los pisos, alejar insectos, entre otros, cuya combinación puede resultar no tan agradable.

En ese caso es mejor optar por una misma línea de fragancias en los productos que se adquieren, siempre que la efectividad haya sido comprobada, para el cuidado del hogar. (I)