Estamos acostumbrados a escuchar con gran respeto y reverencia a los llamados “científicos políticos”, como si la política, al igual que las matemáticas o la física, se rigiera por una serie de reglas lógicas y racionales. Si fuese así, no veríamos tanta violencia, miseria, conflictos religiosos extendidos por el mundo. Si la política fuese una ciencia, aunque inexacta, bastaría con aplicar algunas ecuaciones para empujar hacia adelante a la civilización. Estamos cansados de ver que dicha racionalidad es absolutamente irreal. Por eso, cuanto más oye el pueblo hablar de este asunto, más asocia la palabra “política” con negatividad.